El amor, ese loco berretín
No cabe la menor duda que el esperado estreno de La Tigra, Chaco abre un más que alentador panorama dentro de la cartelera cinematográfica argentina. El film codirigido por Juan Sasiain y Federico Godfrid no hace más que confirmar que el recorrido internacional que tuvo el film durante el año que pasó no fue en vano. El tema del regreso a los orígenes, el amor y el desarraigo son puestos en primer plano en ésta ópera prima que marca un promisorio futuro para sus realizadores.
Esteban regresa luego de 6 años a La Tigra, un pueblo de alrededor 7000 habitantes en la provincia de Chaco. Vuelve para hablar con su padre, un camionero que ha emprendido un viaje y no se sabe cuándo regresará. Esteban lo va a esperar hospedándose en casa de su tía Candelaria - genial Ana Allende- mientras intentará retomar una relación muerta en el tiempo con Vero y recuperar los lazos familiares con dos hermanos que no conocía.
La Tigra, Chaco desorienta desde su título. Dejarse llevar por éste implica tener la sensación de asistir a un monótono documental de tinte social, pero no es así. Si hay algo de lo que carece el film de es monotonía y pasividad. Sí, se puede decir que es minimalista, con diálogos morosos, una puesta naturalista y cierta ambigüedad en el conflicto. Pero que se justifican a partir de la historia misma, siendo esto lo que necesita. Filmado en escenarios naturales de La Tigra, el film asiste a la propia redundancia de los habitantes del lugar marcada con un tiempo real diferente a los de cualquier ciudad cosmopolita.
Esa misma naturalidad es la que emplean sus protagonistas, tanto el personaje de Esteban interpretado por Ezequiel Tronconi como el de Vero personificado por Guadalupe Docampo (La sangre brota, 2008) nos presentan interpretaciones despojados, naturales y cargadas de matices que hacen creer que un nuevo registro actoral está llegando. Sin duda la mano de los directores, a la hora de la marcación, fue un paso importante en la construcción de estos dos jóvenes confundidos ante la vida, y en no saber si lo que hacen es lo correcto, pero sí lo que sienten. Tal decisión implica no importar las consecuencias que dichas acciones acarrearán, aún sabiendo que lo que se rompió puede tener arreglo pero que no quedará igual a como estaba.
En La Tigra, Chaco todo está puesto en las imágenes, los gestos, los diálogos. Cada mirada, cada palabra, cada plano parecieran entrar de manera correcta en el espacio cinematográfico como si todo fuera natural, como si la vida estuviera transcurriendo en ese pueblo simple y tedioso, del que Esteban se siente fuera pero que a sus vez lo siente suyo.
En otro plano de la historia está apuntalado el conflicto familiar y la recuperación de los lazos perdidos. El padre de Esteban ha formado una nueva familia y el muchacho tratará a partir de éste viaje casual estrechar lazos, aún sabiendo que todo será pasajero y que pasarán años hasta que se vuelvan a ver. Una situación similar a la que transcurre con Vero, él sabe que sus vidas transitarán carriles diferentes, pero a ninguno le importa. Todos sabrán que es un instante y trataran de disfrutar de ese momento sin importar el mañana.
Federico Godfrid y Juan Sasiain nos demuestran que con sutileza, sin artilugios y, obviamente, con talento, que se puede convertir una pequeña historia en grande. Una película que resonará en nuestros corazones como una de las grandes historias de amor que el cine argentino supo contar.