¿Infierno en la torre?
¿El libro o la película? No hay transposición que salga inmune de dicho proceso, no hay vuelta que darle. Y La Torre Oscura (The Dark Tower, 2017) no escapa a esta máxima, digámoslo sin eufemismos y dejemos de ignorar al enorme elefante en medio de la habitación, o la sala de cine, si prefieren. En el caso de este largometraje en cuestión, basada en la saga de Stephen King compuesta por ocho volúmenes -sí, leyeron bien, OCHO- el resultado es intrascendente en el mejor de los casos, pero alejado de las críticas destructivas que habían empezado a llover desde el extranjero.
La que se cuenta es la historia de una torre que mantiene unidos todos los universos, incluido el nuestro, la cual se encuentra bajo la amenaza constante de Walter Padick (Matthew McConaughey) a quien llaman el Hombre de Negro, un mago que utiliza los poderes especiales de ciertos niños para destruir la torre. Roland Deschain (Idris Elba) es un pistolero que busca detenerlo y, al mismo tiempo, saldar cuentas pendientes. En el medio de todo esto está Jake, un chico neoyorquino que vive acechado por sueños sobre los acontecimientos en estas tierras fantásticas y las premoniciones que no auguran nada bueno. El poder “psíquico” de Jake -el mismo que posee Danny en El Resplandor (The Shining, 1980), otra obra de King con temática interconectada- es de vital importancia para el Hombre de Negro. Con la ayuda de Roland, Jake intentará detener a Padick y descubrir qué misterios se esconden más allá de nuestro universo.
Como decíamos al principio, resumir en 95 minutos una obra de ocho volúmenes implica acelerar ciertos procesos y elegir qué elementos incluir y cuáles dejar por fuera del relato. La historia toma pedazos de varios libros de la saga, y según su director, Nikolaj Arcel, el film ocurre después de lo narrado en la saga literaria, algo que confunde más de lo que clarifica. En este apuro por condensar la historia, Arcel se apoya demasiado en diálogos redundantes y tropos clásicos, como el “cuadrito con la foto del familiar ausente”, entre otros ardides de manual para explicar de un plumazo el trasfondo de ciertos personajes.
Es interesante la forma en que se lleva a la pantalla este mundo literario que combina la tecnología con lo mágico y fantástico, anclado a nuestro mundo en las ocasiones que la historia lo requiere. Probablemente este costado estético y el tratamiento musical sean los factores de mayor destaque de una producción que cuenta con actores enormes como McConaughey y Elba pero no les da material lo suficientemente profundo o interesante para trabajar. Ambos parecen atravesar las escenas en piloto automático. Si bien las retomas pedidas por Sony buscaron dar más profundidad al personaje de Elba, no se siente logrado. Curiosamente el joven Tom Taylor es quien más se luce interpretando a Jake.
Sin ser ese desastre que se anticipaba antes de su estreno, pero tampoco volviéndose una obra que viene a revolucionar las adaptaciones literarias, La Torre Oscura cae dentro la intrascendencia del cine mainstream que nos satura con producciones que quedan a mitad de camino, algo que puede ser mucho peor para quienes gustan de ver el vaso medio vacío.