Pasados y presentes alternativos coexisten en esta aventura temporalmente caótica basada en la extensa obra del magnífico Stephen King.
Si nos remitimos a la lectura de la saga de King, y así mismo al título y la bajada de esta nota, es lícito inferir que la película podría llegar a ser un tanto compleja por esta cuestión de las distintas temporalidades y escenarios que se ponen en juego en los viajes que realizan los protagonistas. Pero muy por el contrario parece que los guionistas, y el director, se han empeñado en simplificar de sobremanera uno de los elementos más atractivos del film.
Es decir, el juego temporal está presente ya que es inherente en la obra, pero no se le da demasiada importancia dado que se hace hincapié en otras cuestiones más universales como por ejemplo la relación paterno-filial o dejar bien delimitada la eterna disputa entre el bien y el mal. Nos encontramos ante una amable fusión de géneros (acción, aventura, ciencia ficción y western entre otros), elaborada con demasiada liviandad.
La trama nos presenta varios mundos paralelos, por los que Roland Deschain (Idris Elba), el último caballero de una elite guerrera, persigue a su eterno enemigo Walter (Matthew McConaughey), el Hombre de Negro, un hechicero muy poderoso que tiene como finalidad destruir la Torre que mantiene el equilibrio de las diferentes realidades para sumirlas en la oscuridad eterna.
He aquí que el poder de semejante destrucción lo tienen niños mentalmente brillantes, y entre ellos se encuentra un joven muy especial, Jake (Tom Taylor), quien vive en New York, pero con sus videncias puede percibir a estos universos y personajes. Gracias a su híper sensibilidad encontrará un portal del tiempo, y en otra dimensión se unirá al pistolero Roland, para abatir la magia oscura de Walter.
Después de visionar unos minutos La Torre Oscura, notamos que la acción (e información) se nos arroja con urgencia y sin preámbulos. Como que los personajes ya están plantados sin una construcción previa para generar cierto feedback, sobre todo Roland y el Hombre de Negro, a diferencia del pequeño Jake que si llegamos a conocer sus motivaciones.
Si bien es cierto que una transposición de esta talla no es tarea sencilla, la cinta queda como en una eterna indefinición. Transita varios géneros, pero no se identifica con ninguno; esboza diversos motivos de la obra de King, pero de modo trivial. Se queda en la corrección formal sin aventurar ningún tipo de riesgo narrativo ni siquiera estético, por lo que la película nunca establece las normas que deberían darle cierta lógica a este desaliñado universo.
Es una pena que La Torre Oscura, una aventura llena de tantos atractivos, como niños videntes, hechiceros, viajes en el tiempo, extraterrestres y cowboys, se sienta tan vaga e impersonal. Solo nos resta esperar una revancha en la secuela.