UNA ADAPTACIÓN VACÍA
Lo realmente curioso en esta adaptación a la gran pantalla de la serie de novelas creadas por Stephen King es que mientras la obra literaria es una de las piezas más ambiciosas y épicas de su autor, la película de Nikolaj Arcel no sólo luce económica en su nivel de producción sino además gris y chata en cuanto a sus pretensiones. Es como si La torre oscura se asumiera, en el marco de un cine industrial gigantesco, como una pieza menor dentro del andamiaje de Hollywood. Y el gran error es, seguramente, el de hacerlo sobre un texto mítico que le queda demasiado grande.
En la serie de novelas creadas por King no sólo se pueden rastrear referencias que van de Tolkien al Clint Eastwood actor (en los tiempos en que el autor imaginó esta historia era todavía impensado el Eastwood gran director), sobre una base de relato de ciencia ficción que se cruza con el western para pensar algunas ligazones históricas en la mitología de la gran aventura norteamericana. Y dentro de esas herencias y continuaciones, el pistolero Roland Deschain era una suerte de último ejemplar de un linaje de héroes que avanzaba torturado hacia su extinción indefectible. Es interesante cómo La torre oscura de alguna manera contó el fin de un tiempo (pensemos en Vietnam y en cómo impactó en el cine norteamericano de los 70’s), que en la historia narrada estaba representado nada más y nada menos que por la eterna lucha entre el bien y el mal, pero que muy probablemente significara hacia afuera el deceso de cierto entretenimiento sostenido en la nobleza de personajes honestos y éticos, y la progresiva invasión del cinismo. Un poco lo que planteaba, en otros términos (y perdonen la insolencia), Toy Story al representar esa lucha antagónica entre el vaquero Woody y el viajero espacial Buzz.
Y La torre oscura, en su versión cinematográfica de Arcel, que es en verdad una suerte de relectura más que una adaptación directa, no sólo que todos estos elementos se pierden, sino que además su reflexión sobre el entretenimiento que la sostiene está puesta en función de pensarse a sí misma como una cruza entre aquellas películas de aventuras de los 80’s, con algún joven involucrado en situaciones que lo superan, y los universos plagados de CGI del presente. La comparación con la autoconciencia del original no hace más que plantear la pobreza conceptual de esta película, puesto que si en King había una relectura de un tipo de relato mítico y su potencial reconstrucción desde el presente, aquí hay apenas una lucha interna por convertirse en un producto de consumo acorde a las exigencias del espectador actual. Y ni siquiera se acierta, cuando el film luce dubitativo en relación a qué público busca: hay un horror sugerido que impondría un target más adulto, pero una representación lavada y decididamente dirigida al espectador infanto-juvenil. Pisando un terreno similar, la aún fallida Cowboys y Aliens se animaba a ir un poco más allá. Si King pensaba la historia desde el espíritu de una época, aquí hay un mero asunto de diseño.
Si algo sostiene mínimamente La torre oscura es la presencia del siempre sólido Idris Elba como el pistolero, un actor que entiende estos personajes introspectivos y que con su porte clásico es capaz de transmitir la coherencia y nobleza que la historia precisa. Y que no se aprecia en ningún otro rincón de este subproducto sin gracia, alma, ni imaginación, explícito en su analogía cristiana y construido en base a múltiples clichés y lugares comunes.