Patadas, mentiras y video
Steven Soderbergh es un realizador inclasificable y versátil que en esta oportunidad se mete con un género devaluado como el de acción sin traicionarlo, y demostrando un fervor tarantinesco por el cine clase B de los años setenta. En esta película no se podrán encontrar ni rastros del director de “Che, el Argentino”, pero sí del de “La gran Estafa”. El guión es apenas un marco de referencia para desarrollar un thriller estilizado, autoconciente y autoindulgente, tan trivial como placentero, con una realización de bajo presupuesto en formato video, con buen aprovechamiento de locaciones reales como Dublín o Barcelona y una saludable ausencia de efectos especiales. Parecería que todos los recursos económicos se concentraron en rodear a la protagonista (la eficaz y ágil Gina Carano, popular luchadora de artes marciales y aquí una suerte de versión femenina de Jason Bourne) con actores muy reconocidos (Ewan McGregor, Michael Douglas, Antonio Banderas, Channing Tatum, Bill Paxton y un Michael Fassbender que ya va por su quinta película en el año), para redondear un producto elegante y poco novedoso que apuesta a lo esencial de un género, donde todo ha sido muy visto pero es igualmente disfrutable.