Si hay algo que es distintivo de la obra de Diego Recalde (en sus múltiples facetas artísticas) es la fuerza y la creatividad que tiene para encarar y llevar a cabo cada uno de sus proyectos.
Con algún resultado desparejo en su filmografía de ficción que comenzó allá en el 2011 con el estreno comercial de “Sidra”, logra una solidez narrativa muy especial con su trabajo en la trilogía “Victimas de Tangalanga”, basada en la figura del inolvidable bromista telefónico y con el que abandona la ficción, para ingresar al registro documental.
Y logra, en esa trilogía, construir un documental completamente descontracturado, por fuera de todo enciclopedismo, donde puede mezclar un estilo de documental propiamente dicho, con un trabajo de investigación que va abriendo nuevas ramificaciones de la línea central, estando atravesado en todo momento por ese humor tan particular que siempre identifica a las producciones de Diego Recalde.
Y el estreno de esta semana, “LA TRANS DE LA PATRIA”, repite este esquema exitosamente y logra superar sus objetivos. En este caso, todo comienza con un dato que le aporta un guía de turismo al propio Recalde durante un típico city tour por la ciudad de Colonia, Uruguay.
Este dato dicho a media voz, subrepticiamente, pero con la contundencia necesaria para generar la inquietud y abrir el espíritu de investigación, es el que da pie a todo el desarrollo de este nuevo documental, por demás novedoso.
Corre el siglo XVI y Solís con su tripulación llegan a América y de acuerdo con todos los registros de la época, el recibimiento por parte de los indígenas rioplatenses fue, indudablemente, feroz. Cabe recordar simplemente que estas tribus practicaban el canibalismo, comiéndose a los vencidos en la batalla y es por esto que como solamente eran los hombres quienes iban a la guerra, el canibalismo jamás había sido practicado con mujeres.
De toda la tripulación de Solís, curiosamente sólo el grumete Francisco del Puerto, permanece ileso, vivo, como una especie de “intocable”.
Es allí que aparece ese dato dicho por el guía de turismo al oído y clandestinamente “… es porque era La Pancha”.
Con ese pequeño dato, no menor pero que claramente en oídos de otra persona no hubiese generado este “revuelo”, Recalde –en su doble rol de guionista y director- genera una serie de encuentros con periodistas y reconocidos historiadores, tendientes a poder completar esta idea de que La Pancha/Francisco del Puerto ha sido una figura femenina / trans de mucho peso y que fue posteriormente incorporada a la tribu, generando, además, una revolución a nivel sexual, cultural y social, dado que los indígenas lo consideraban un ser superior por reunir las condiciones de hombre y mujer al mismo tiempo, sentían que estaba habitado por ambos espíritus.
Recalde en el trayecto de su investigación se codea nada más ni nada menos que con el divulgador científico Diego Golombek, el dramaturgo Gonzalo de María, Eduardo Lazzari (un reconocido historiador que hace paseos guidados, tertulias y caminatas) pero por sobre todo logra sacar provecho de jugosas entrevistas con el historiador Felipe Pigna y el escritor Pacho O´ Donnell.
La riqueza de la propuesta radica en que jamás pierde de vista el juego entre el rigor histórico y los datos potencialmente apócrifos, entre rearmar la historia en forma precisa versus la ficcionalización de los hechos y en ese tono amable y distendido nos vamos adentrando en la historia, así como Pigna y O´Donnell se muestran en un primer momento casi escépticos a la propuesta, para luego terminar aportando datos y reforzando cada vez más fuertemente la hipótesis planteada en el documental.
La entrevista con O´Donnell es una pequeña joya: completamente alejada de cualquier protocolo, a carcajada limpia, el escritor e historiador termina sorprendido y entusiasmado con que se desarrolle la historia y se plasme en el documental. Otro punto a favor es la duración: el relato se organiza inteligentemente de forma tal que en 64 minutos la idea queda perfectamente presentada y se concreta efectivamente, sin extenderse ni perder el rumbo.
Nuevamente la mirada curiosa, inquieta y lúdica de Recalde nos sorprende positivamente.