Es complicado para un actor, o actriz en este caso, dar el paso de la adolescencia a la adultez, sobre todo si ha sido como una máquina de generar dinero con un personaje que pegó bien en el público teen de la televisión. Miley Cyrus, quien fuera la protagonista de la sitecom televisiva Hanna Montana –también llevada a la pantalla cinematográfica- con un suceso a nivel internacional, llega a un personaje adulto al interpretar, en la realización que se comenta, a Ronnie Miller, una muchacha que no ha podido elaborar el divorcio de sus padres, situación que la lleva a sentir resentimiento hacia su papá y encontrarse en un estado de indecisión sobre el rumbo que tomará en su vida a pesar de ser una talentosa pianista.
Las cosas se le complican cuando debe pasar un verano junto a su padre y su hermanito. Todo se vuelve cada vez más problemático porque la mala relación con su progenitor hace crisis, conoce a una muchacha que no será precisamente una buena amiga, llega a su vida Will, un apolíneo y altísimo joven con todos los genes anglosajones en su esbelto físico que se le acercará sentimentalmente pero que también arrastra sus propios problemas y, como si todo esto fuera poco, un malvado y hambriento mapache intentará comerse unos huevos de tortuga lo que obliga a la protagonista de tantas desgracias a velar para que las futuras tortuguitas puedan nacer, llegar al mar y ser felices entre las olas.
Con está última subtrama quizá Nicholas Sparks, el autor de la agridulce novela que da base al argumento de esta obra cinematográfica, haya querido simbolizar en esos huevos en plena incubación, que una tortuga dejó despreocupadamente en cualquier lugar de la playa, que la llegada a la adultez es un proceso que necesita ser vigilado y protegido de los peligros que puedan evitar que se concrete correctamente.
Aunque Sparks no se caracteriza por ser un escritor demasiado profundo pero sus libros se convierten rápidamente en best sellers, y parece ser un gran observador de los conflictos que rodean a los jóvenes que están a punto de abandonar la adolescencia. Tal es así que el argumento de esta obra cinematográfica salta de situaciones dramáticas a otras netamente de comedia con muchos pasajes de sitecom para volver al drama, y forma un entramado que generalmente se usa para mantener la atención del espectador joven.
Miley Cyrus al interpretar a la protagonista mantiene en los momentos de enojo su cuerpo encorvado y en los (pocos) de alegría luce su espectacular dentadura. Mientras que Liam Hemsworth en el papel de Will se muestra seguro de su físico de dios griego y logra algunas expresiones que transmiten lo que le sucede en su interior al personaje. Se lo ve un tanto desaprovechado en el rol del padre de la protagonista a Greg Kinnear (nominado al Oscar por “Mejor imposible”, 1997) y Bobby Coleman como Jonah, el hermanito, recurre a todos los clisés actorales y logra lucirse afirmando el dicho de que para los actores adultos es peligroso trabajar con un niño en el reparto.
La producción está a la altura que es habitual en las del estudio Disney y la música de Aaron Zigman (autor, entre otras, de la música de “Sex and the City” 1 y 2 -2008 y 2010-) plantea situaciones de manera adecuada alejándose de lo meramente incidental.
Seguramente el público adolescente, sobre todo el femenino, disfrutará de esta historia y se encontrará identificado con varios de los conflictos y es posible que haya vivido más de una de las situaciones cómicas. No en vano esta realización cinematográfica está pensada y dirigida a esa franja de espectadores que llegarán al cine impulsados por el nombre de Miley Cyrus, la actriz que hacía de Hanna Montana.