Los pedazos rotos del espejo interior
De un fuerte sacudón la estrella adolescente Miley Cyrus fue insertada en el mundillo más comercial de Hollywood y ganó fama y adeptos gracias a su papel de Hannah Montana, una carga que en La Ultima Canción (The Last Song, 2010), su primer protagónico cinematográfico, evidencia un lastre bien difícil de llevar.
La historia nos ubica en un pequeño pueblo costero lejos de la gran ciudad, donde un padre separado intenta –no sin reproches de por medio- convivir durante un verano con su indómita hija, dándose una oportunidad de reencuentro y reconciliación, mediante un fuerte lazo de conexión que los une: la música.
Adaptada de la novela del popular Nicholas Sparks (Diario de una Pasión, Mensaje de Amor, Querido John) este drama no ha sido el mejor acierto para llevar a la figura de Miley Cyrus a la gran pantalla. Todo el desarrollo narrativo resulta forzado. Ricos que sufren, perdidas familiares y matrimonios que se destruyen son lugares comunes poco sustanciosos. La película intenta plasmar lo imperfecto, frágil e inesperado que rodea a cualquier relación afectiva. Una empresa que posee buenas intenciones pero carece de ideas claras.
La Ultima Canción incursiona con más sensiblería que sensibilidad en las cuestiones de familia, en amistades que saben perdonar, en búsquedas del primer amor, el despertar sexual y todos los secretos y complicidades que estas relaciones humanas llevan consigo.
La hija del celebre cantante de country Billy Ray Cyrus parece indiscutible como icono pop adolescente. Lo cierto es que como actriz de cine, todavía tiene un largo camino por delante.