La clásica comedia argentina descontrolada y escatológica inicia un nuevo capítulo en su historia con la película de Nicolás Silbert y Leandro Mark, quienes potencian ciertos elementos del humor que ya se mostraron de manera más tímida en las comedias románticas de Ariel Winograd (Mi primera boda, Vino para robar, Permitidos) y le dan su propia impronta absurda (también tiene algo de la ironía de Judd Apatow).
La película protagonizada por Nicolás Vázquez, Alan Sabbagh, Benjamín Amadeo y Eva de Dominici, cuenta la historia de tres amigos de la infancia que organizan una gran fiesta para animar a uno de ellos, después de que su novia de toda la vida lo abandona. En este mega fiestón hay sexo, drogas, personajes bizarros (muy similar a la clásica Despedida de soltero con Tom Hanks) y finalmente una sensual mujer que, aparentemente, roba un costoso cuadro de la casa prestada en la que se celebró el evento.
Al mejor estilo de ¿Qué pasó anoche? (The Hangover, 2009), los tres amigos deben averiguar cómo recuperar el cuadro antes de que el dueño de la mansión, quien tiene conexiones con la mafia, se cobre venganza. Pronto se involucran en una serie de divertidas y alocadas situaciones que los llevan desde un enorme buque hasta la filmación de una película porno.
Abundan las subtramas y los gags, pero a pesar de esto el filme es una bomba de estímulos que entretiene y en más de una ocasión te deja riendo a carcajadas por pequeñas idioteces o frases, porque básicamente es eso, tres idiotas que se aman y se conocen desde siempre, pero que por momentos se sacan de quicio entre ellos.
La calidad técnica es impecable y ojalá más directores se animaran a hacer este tipo de trabajos, pero la crítica es feroz y pude ver como grandes medios la tildaban de “penosa” o “más para llorar que para reír”. En mi humilde opinión, no es una obra de arte y nunca pretendió serlo. Es una comedia de enredos muy bien llevada y con actuaciones convincentes que es ideal para ir a ver con un grupo de amigos despreocupados. No es una película de Darín para reflexionar, pero tampoco es una de Suar para tirarse por la ventana (a la que casualmente los grandes medios no crucificaron).