Tres amigos de la infancia arman una fiesta en casa ajena en la que todo se desmadra. Las consecuencias de la noche loca, que a duras penas logran reconstruir en totalidad, incluyen la desaparición de un cuadro valioso. La premisa de La última fiesta remite, directamente, a varios ejemplos de la comedia zarpada estadounidense de los últimos tiempos. Y no deja de ser notable la propuesta de hacerlo acá. Lo cierto, como también pasa en varios ejemplos del cine de allá, es que no toda la broma funciona, y no todo el tiempo.
La última fiesta se la pasa vendiendo una diversión enorme que no llega a tanta, y hay problemas de timing, de duración de las secuencias, como la de la fiesta misma, que atentan contra el necesario punch. Por otro lado, los chistes se repiten innecesariamente, como si los libretistas se hubieran quedado sin ideas o necesitaran machacar sobre las mismas, con la consecuente sensación de tedio. De todas formas, tiene buenos momentos y los tres actores -Benjamín Amadeo, Nicolás Vázquez y sobre todo Alan Sabbagh- aportan toda su gracia.