Hace rato que el cine argentino necesitaba una película que rompa los esquemas del humor y La última fiesta lo hizo a la perfección.
No solo por cuestiones escatológicas y situaciones sexuales bien construidas sino por el muy buen uso de vocabulario (vulgar, coloquial, bien moderno) tan certero y práctico.
El paralelismo fácil para hacer con una franquicia bien conocida es con ¿Qué pasó ayer? y Proyecto X (2012) pero aquí no hay una reconstrucción de hechos sino una documentación de vivencias de los personajes en una noche y sus consecuencias.
Por ese lado también la cinta gana porque el laburo de los actores es muy bueno si no nos ponemos en intelectualoides buscando algo que definitivamente no vamos a encontrar en una propuesta así.
Tanto Nicolás Vázquez como Alan Sabbagh están muy bien en sus roles y les creés la amistad que mantienen desde la adolescencia pero es Benjamín Amadeo el que se lleva todos los aplausos por lo rico de su personaje y lo bien que lo interpreta. Definitivamente es él el que tiene las mejores líneas de diálogo y secuencias.
También un aplauso para Roberto Carnaghi como el padre fan del porno cuyas escenas te hacen reír mucho.
Y hablando de porno, sorprende la inclusión de muchos términos de esa industria a modo de “chistes para entendidos” que dejarán afuera a una parte del público pero harán estallar a los que manejen el código.
Los directores Nicolás Silbert y Leandro Mark, quienes vienen de hacer la genial Caídos del mapa (2013) plasman muy bien la fórmula de comedia de Hollywood en idioma criollo con todo lo que ello implica para bien y para mal, pero sin innovar mucho.
La última fiesta es una opción ideal para reírse a carcajadas en el cine y esta vez con un gran sello argentino.