Fantasmas del pasado
Es delicado cuestionar a una película que aborda temas importantes como las heridas aún abiertas que dejó el terrorismo de Estado (desapariciones, bebés apropiados) porque el lector puede entender los reparos a la obra artística como un cuestionamiento a la legitimidad de los reclamos de los derechos humanos.
A no confundirse: La última mirada es una mala película. No tengo ninguna duda de ello. Es torpe, aburrida, maniquea, didáctica, obvia, manipuladora y -en lo ideológico- muy controvertida, porque habla (¿justifica?) el revanchismo del ojo por ojo, algo que hasta las propias entidades de DD.HH. se han cuidado muy bien de no alimentar.
Un hijo de desaparecidos (escritor y periodista radicado en España que regresa a la Argentina para terminar un libro) se enamora de una joven que resulta ser hija de un ex militar, ex represor ligado al caso ¡Vaya coincidencia!
Los personajes, las actuaciones, los diálogos, las situaciones... todo aquí está muy por debajo de la media de una producción argentina que parecía haber dejado de lado hacía mucho tiempo este tipo de cine anquilosado, solemne, subrayado. Como en la película, los fantasmas del pasado han regresado.
PD: Que un guión así haya ganado el 1° Concurso del Bicentenario habla muy mal del jurado que participó del mismo. El INCAA, así, tuvo que participar como coproductor del film.