Daño Irreparable
La última mirada (2010) no es una mala película como la catalogó la mayoría de la crítica argentina. Puede ser que sea molesta en algunos aspectos pero decir que es mala es no ser objetivo. Está claro que gran parte de la crítica evalúa de acuerdo a su gusto personal (o a los intereses del medio en el que trabaja) sin realizar un exhaustivo análisis de la obra en sí misma y eso muchas veces hace que se cause un perjuicio irremediable.
Antes de hablar de la película en sí misma vamos a enumerar algunos aspectos que mucho no tienen que ver pero vale la pena aclarar. Sí esta crítica sale una semana después del estreno siendo la primera vez que desde EscribiendoCine sucede es porque la productora nunca mandó la copia para poder reseñarla. Ante un caso sí entendimos que no les interesaba que se publicara en el site. Podríamos haberla visto en uno de los dos cines en que se proyectaba el día del estreno pero en un primer momento nos pareció que si a los responsables no les interesaba porqué hacerlo. En la semana que pasó muchos lectores sorprendidos ante la ausencia de la misma preguntaban el motivo y hasta se especuló del porqué de su no publicación. Fue que decidimos ir al cine y escribir sobre ella. Hecho este comentario, que tal vez a nadie le interesa pero que no queríamos pasar por alto vamos a remitirnos a La última mirada.
La película que dirigió Víctor Jorge Ruiz focaliza su conflicto en un hijo de desaparecidos (en la piel del actor Eugenio Roig) radicado en España desde su infancia que vuelve al país para finalizar el libro que está escribiendo. Sin nada que lo ate y sin familia se instala en la casa de unos amigos de sus padres en el medio del campo. En la estancia contigua vive un comisario retirado que tuvo una participación activa durante la última dictadura militar. De naturaleza autoritaria ejerce todo su poder sobre su esposa e hija. Cuando todo parecía seguir su cauce habitual la presencia del escritor desestabilizará la aparente cotidianidad de cada uno de los involucrados llegando a una verdad tan dolorosa como necesaria.
Por qué la hipótesis de esta crítica dice que La última mirada no es una mala película. Porque simplemente no lo es. Desde lo narrativo cuenta bien una historia que muchas veces se contó pero desde otra perspectiva. Se le puede criticar el querer abarcar demasiados temas pero también es cierto que en este caso cada uno conlleva al otro. También se puede decir que la historia es demasiado rebuscada e inverosímil. ¿Pero es así o en las secuelas de la dictadura la realidad supera a la ficción?.
Desde lo formal todo es correcto. Por ahí hay cierto abuso de la música para subrayar las imágenes y apelar al golpe bajo, algunas escenas innecesarias con temas que mucho no tienen que ver con el contexto o un exceso de metraje, pero no mucho más. Actoralmente el nivel es parejo aunque vale la pena destacar la actuación de Victoria Almeida en el rol de la hija apropiada y Arturo Bonín como el comisario apropiador. Una grata sorpresa es la aparición de Katja Alemann con una interpretación nunca vista antes en ella.
La última mirada no es una mala película como sostenemos en el inicio y no paramos de remarcar. Está claro que su temática molesta a quienes fueron cómplices de la dictadura como es el caso de algunos medios periodísticos hegemónicos que carecen de objetividad y también a algunos críticos que evalúan de acuerdo a sus gustos, intereses personales o amistades con los responsables de las películas. Lamentablemente esto es así y La última mirada es víctima de la falta de objetividad que hoy en día también atraviesa la devaluada crítica cinematográfica muchas veces en manos de quienes se sienten más estrellas que las propias películas.