Género tradicional, mirada esquemática
El conflicto que presenta esta película puede ambientarse, sin mayores cambios, en casi cualquier punto del planeta. Un joven escritor vuelve a la tierra de sus padres, donde él nació y ellos fueron muertos. Cerca de ahí vive ahora el asesino. Por esas cosas de la vida, su hija se engancha con el joven escritor. Y ahora éste tiene tres formas posibles de ejercer su venganza: la literaria, la tradicional por mano propia, y la cizaña.
Para la tradicional, parece que le falta carácter. En cambio, cualquiera de las otras puede ser terrible, sobre todo la última, que causaría la separación fatal de padre e hija. No hay problema: la cosa está expuesta de tal modo que el público entenderá dicha separación (y la unión con el joven) como algo totalmente lógico y conveniente. Claro que no será fácil, ya que el susodicho padre, comisario retirado, también tiene sus tácticas, larga experiencia, viejos contactos, y está del tomate.
Por ahí viene la mano. Daba para folletín televisivo, para drama isabelino, y en viejos tiempos también hubiera sido indicada para radionovela campera. En los tiempos actuales, y éste es el caso, sirve para enésima denuncia contra los represores de los 70 y la apropiación de niños. No está mal, pero lamentablemente el asunto se ve afectado por personajes acartonados, planteos esquemáticos, diálogos duros, elenco desparejo y la caracterización improbable de un comisario del Proceso con melena a lo Richard Gere. En compensación, la obra incluye hermosos paisajes, lindos interiores de estancias, buena música, unos cuantos tiros (los decisivos vienen de donde menos se espera), y un simpático y casi seráfico estanciero inglés vecino a los protagonistas. Su intérprete es Raúl Techaren, y el personaje fue bautizado Bob Roberts, igual que el norteamericano que vivió entre nosotros e hizo la fotografía de «La guerra gaucha».
Esto bien puede entenderse como un guiño del director Víctor Jorge Ruiz, que en viejos tiempos fue también director de fotografía, y como tal se lució acá y en Colombia («Tiempo de morir», la novela decimonónica «María», etc.). Ahora en ese rol se luce Juan Carlos Lenardi, junto al director de arte Abel Facello, y Katja Alemann, como la buena vecina que de paso toca el piano y canturrea un tango.
Proyecto ganador del 1º Concurso del Bicentenario del Incaa, rodaje en 2008 en Sierra de la Ventana, Parque Nacional Tornquist, Dique Las Piedras, las estancias Los Nogales, La Luisina y otras, copyright 2010.