Con elementos recurrentes del cine de ciencia-ficción más reciente, dentro de su trillada variante de invasiones extraterrestres, La última noche de la humanidad ofrece dentro de su acostumbrado menú algunos leves toques que tratan de diferenciarla. Ingredientes que apenas levantan el interés en
algunos aislados momentos. Chris Gorak en 2006 debutó como director con un thriller que nunca fue estrenado en Argentina y trata de aportar algo interesante en este film apocalíptico, que incluye elementos visuales de Exterminio de Danny Boyle y de Soy leyenda, especialmente al ver una emblemática Moscú, no tan aprovechada por el cine como otras urbes, totalmente despojada de seres humanos. También la reciente y no muy lograda La oscuridad forma parte de estas influencias. Esta coproducción estadounidense-rusa posee un guión excesivamente llano, con pocos elementos reflexivos, que en estos casos pueden revalorizar el formato y transformarlo en otra cosa. Quizás los aliens eléctricos aparecen diferentes en su concepción, pero visualmente resultan poco atractivos y, aún devastadores; poco inquietantes o terroríficos. El grupo de intérpretes jóvenes y carilindos que corren por su vida recuerda la estética de Cloverfield, que está a años luz de esta fallida muestra del género, que pese a todo augura una secuela.