Invasión con poca electricidad
Una invasión aliénigena tiene como escenario a la ciudad de Moscú y a un grupo de jóvenes sobrevivientes.
El tema de las invasiones alienígenas fueron y son moneda constante en el cine. Lejos han quedado las épocas de extraterrestres bondadosos y comprensivos, dejando lugar a criaturas que vienen a conquistar el planeta Tierra.
En La última noche de la humanidad, el planteo resulta interesante aunque va perdiendo interés y utiliza los mismos recursos a lo largo de todo su metraje. Extrañas formas de energía descienden a la ciudad de Moscú y la convierte en un lugar desierto. Los protagonistas, dos amigos norteamericanos (uno de ellos es Emile Hirsch, el actor de Meteoro), viajan al lugar por motivos laborales, son traicionados y se verán sorprendidos además por esta invasión extraterrestre.
Atrapados, luchando codo a codo con el hombre que les robó un proyecto, y en medio de un marco apocalíptico (sorprenden los escenarios naturales sin gente), los chicos deben luchar por su supervivencia, Y se sumarán otros con mayor o menor suerte.
Si la primera media hora del film resulta atrapante, lo que sigue es un rutinario relato que propone escapes, personajes escondiéndose de las fuerzas siniestras que los amenazan y que los aniquilan. Aquí los humanos se desintegran como les ocurría a los "invasores" en la vieja serie de televisión.
El director Chris Gorak tiene en sus manos todo el despliegue para sorpender al espectador, pero sólo pone el acento (trabajó en la dirección de arte de El club de la pelea y Sentencia Previa) en los escenarios y se olvida de la tensión y del suspenso. Lo que se dice una invasión sin demasiada electricidad.