Apocalíptica sí, pero la película
Despropósito a escala mayúscula si los hay, La última noche de la humanidad es un film tan pobre en ideas como en presupuesto tratándose de una pretenciosa película apocalíptica con un 3d impotente e innecesario y un reparto paupérrimo que no transmite una gota de emoción ni de misericordia por lo mal actuada que está.
El guión a cargo de Jon Spaihts y Leslie Bohemes es de una ligereza insólita que raya en el absurdo pero lo más grave es que se toma demasiado en serio la historia y eso le quita todo sustento a un relato que no acierta en ninguna de las propuestas: oscuridad vs luz; amenaza latente que no se vé; paseo turístico por Moscú.
Básicamente todo se resume a una invasión alienígena concentrada en la ruinosa Moscú. Allí, azarosamente se encuentran los personajes: Sean (Emile Hirsch) y Ben (Max Minghella) quienes son desarrolladores de softwares que llegan a Rusia para concretar un negocio millonario de internet (una suerte de gps para turistas) que un joven ambicioso sueco, Skyler (Joel Kinnaman) les acaba de robar y así les gana de mano y cierra el trato antes que ellos lleguen; por otra parte se encuentran también en Moscú dos jóvenes turistas -quienes ya conocían a los susodichos por twitter- Natalie (Olivia Thirlby) y Anne (Rachael Taylor), la última fotógrafa con intenciones de llegar a Nepal.
Antes que entregarse a la derrota por el rotundo fracaso en el negocio de internet, los muchachos deciden pasar la noche en un bar y encontrar chicas para divertirse, entre ellas, las turistas en cuestión además de volver a verle la cara de piedra al enemigo sueco que ha pensado festejar casualmente en el mismo sitio cuando de repente desde el cielo se forma una suerte de aurora boreal de la que comienzan a descender copos luminosos que rápidamente no tardarán en desatar la masacre de los curiosos y así sin un refugio seguro la carrera por la supervivencia comenzará para el grupo errante por las calles arrasadas por los visitantes poco amistosos.
Se trata de extraterrestres invisibles -en Batalla final: Los Ángeles se los podía ver por lo menos- a los ojos humanos que detectan la presencia humana por la energía electromagnética y cuya misión aparente es el exterminio de la raza. A partir de allí, los jóvenes desconocidos toman verdadera dimensión de la tragedia y unen fuerzas con el fin de poder volver al hogar pero para ello deberán luchar contra un enemigo poderoso e invisible sin otras armas que la inteligencia y el instinto. Claro que en el camino encontrarán algunos sobrevivientes rusos como la joven Vika (Veronika Ozerova) y el electricista Sergei (Dato Bakhtadze), quien parece haber descubierto el punto débil de los aliens.
Si se tiene en cuenta que la trama gira en torno a una invasión extraterrestre puede decirse que el film de Cris Gorak carece de espectacularidad a tal efecto a la hora de las batallas, que son muy pocas y contadas con los dedos de una mano haciéndose notoria la falta de dinero -filmar en Rusia es más barato- y la escasa inteligencia y creatividad de los guionistas para sortear ese escollo. Por eso, el término aburrido, largo, digresivo y torpe calza justo en esta ridícula propuesta que tampoco deslumbra por sus efectos especiales y mucho menos por intentar sostener un relato que no tiene peso ni sustancia alguna más allá de la simpática idea de hermanar a norteamericanos y rusos para salvar al mundo cuando cinematográficamente siempre se los presenta como enemigos.
Si La última noche de la humanidad, producida por Timur Bekmanbetov (Se busca) buscaba impactar a la audiencia por su historia apocalíptica es justo pensar que si el futuro depende de estos protagonistas será mejor que desaparezcamos de una vez y para siempre.