Durante el año se estrenó una película interesante, bien planteada y, sobre todo, bien actuada, sobre la desintegración de una pareja: “Blue Valentine”. Siguiendo los vicios de ex empleado de video club, en la época en la que era realmente un oficio, si usted entraba y preguntaba por “La última noche” seguramente le hubiera dicho “es tipo Blue Valentine pero...”
Digamos que tiene bien lograda esa constante atmósfera de hastío mientras se desarrollan los hechos que desembocan en las actitudes de cada personaje. El tema es la fidelidad en desmedro del deseo, y el guión de Massy Tajdein, quién debuta como directora, se encarga de ponerla a prueba siguiendo a Michael Reed (Sam Wothington), a punto de irse de viaje de negocios con Laura, una compañera de trabajo (Eva Mendes), y a su esposa Johanna Reed (Kiera Knightley), quién se queda en casa para seguir escribiendo su libro aunque se encontrará con Andy (Anson Mount), un amor del pasado que le mueve el piso.
El conflicto se plantea en dos frases antes que la pareja se dirija a un cóctel que la empresa de Michael tiene organizado para esa noche, con una escena en la que Johanna encara a su esposo y le afirma con cierta vehemencia que está segura de la atracción que éste siente por Laura. Michael niega rotundamente las acusaciones, pero algo hay en esas pequeñas pausas que inducen a plantear la duda. Es aquí donde la realizadora deja vislumbrar que toda posibilidad de hacer creíble su historia dependerá de un buen elenco, como se da en este caso. La cámara se hace cómplice de la gestualidad de los intérpretes y los encuadres logran la versatilidad necesaria, especialmente cuando se trata de primeros planos. Una vez planteada la situación de sospecha (e indicios de confirmación en la fiesta) el viaje de Michael tiene lugar, y la fidelidad de ambos soportará una prueba constante. Aquí es donde la película se diferencia de la que usé para hacer referencia porque “La última noche” cae en la trampa de juzgar a sus personajes en ese montaje paralelo propuesto para contar lo que le va pasando a cada uno. El marido trata de evitar como puede los avances de Laura, quien deja muy clarito que quiere sexo. Johanna no la pasa mejor en el encuentro con su ex por quién siempre sintió una pasión especial, porque además siente la culpa de estar pensando en hacer lo mismo que le criticó a su marido. Al caer en esta trampa la obra se codea por momentos con el melodrama de telenovela y pierde algo de credibilidad. Es verdad que trata de volver a su propuesta original y nunca pierde la estética bien lograda con la fotografía y la música; pero para entonces el espectador tiene bajado el mensaje de qué y cómo tiene que pensar.
Si usted no cae en lo mismo verá una producción llevadera, más allá de sus falencias, y bien actuada.