En inglés Last Night tiene dos interpretaciones, algo que Massy Tadjedin sabe y utiliza para desarrollar el aspecto más original de su debut como directora. Por un lado es "anoche", en el sentido de que la acción del film transcurrirá durante algunas horas, en lo que para nosotros ya es ayer. Por el otro es "la última noche", que puede ser tanto la última noche sobre la Tierra como el tiempo de descuento para un matrimonio de años. Así, las cámaras de la iraní seguirán en forma neutral a las dos mitades de una pareja que comparte poco en pantalla. Primero Michael, luego Joanna, la realizadora disecará cual cirujana la última noche de ambos, con el alto precio que supone tener una buena historia, con ritmo y sustancia de un lado, y una relación lenta y fría por el otro.
"Hay problemas de conexión", le dice Sam Worthington a Keira Knightley, cuando la señal de su celular falla desde el baño de un bar. Esa frase parecería explicar el estado de su relación con Joanna y justificar esa atracción que siente con su compañera de trabajo. No obstante, las escenas del actor australiano con Eva Mendes son asépticas, más allá de que están bien filmadas, como el resto de la película, denotan cierta incomodidad en los diálogos, pronunciada por una falta de química que se hace más evidente, y en comparación, a medida que el film avanza.
Es que el encuentro de Knightley con el personaje de Guillaume Canet revuelve el pasado compartido y pone en el horizonte el futuro que pudo ser. La noche de ellos es movimiento, comparten una cena con una pareja de conocidos, pasean un perro, van a una fiesta. Se mueven, y con ellos la historia. El trabajo de ambos actores es muy bueno, por eso es que, aprovechando que las piezas más jugosas del guión de Tadjedin fueron para ellos, logran transmitir muchas más emociones con una caricia o una mirada que los otros dos con varios minutos de diálogo. Es en definitiva un interesante debut para la realizadora, un trabajo original que lamentablemente peca demasiado de irregular.