El héroe escandinavo
La última ola es una película noruega de cine catástrofe que sigue al pie de la letra, y muy bien, las reglas del género.
Los géneros establecidos tienen el poder mítico de las fábulas perfectas. Son fórmulas que parecen provenir del principio de los tiempos, que con sencillez aparente han transformado al cine en el espectáculo épico por excelencia. Digo lo de “aparente” sencillez porque no hay nada más difícil que seguir una fórmula, que crear un relato ateniéndose a reglas preestablecidas, el equivalente cinematográfico de componer un soneto.
Las películas de cine catástrofe ponen a un grupo de personas en la situación de tener que sobrevivir a un desastre natural o un accidente a gran escala. Familias que se separan, líderes positivos y negativos, solidaridad y egoísmo ante la inminencia de la muerte, la fe y el destino son algunos de los temas de fondo: las buenas películas de cine catástrofe lo saben. Y aunque el espectador pueda no darse cuenta a simple vista, las películas que pongan en juego todo esto con un guión cristalino y fluido serán las que mejor aprovechen la tensión inherente al género. Después de todo, quien haya visto La aventura del Poseidón recordará la muerte de Shelley Winters hasta el fin de sus días.
El noruego Roar Uthaug logra con La última ola construir un relato que cumple con todas las reglas: presentación de los personajes y las relaciones entre ellos, un crescendo dramático hasta que se desata el desastre y la tensión por momentos insoportable en varias escenas en las que no sabemos quién va a sobrevivir y quién no. Es una película contundente, que no se extiende con finales superfluos ni se aparta demasiado de los personajes principales: la familia Eikjord.
El lugar es Geiranger, un pueblo turístico al oeste de Noruega a orillas del fiordo del mismo nombre y al pie de la montaña Åkerneset. La montaña está constantemente vigilada por un grupo de geólogos que monitorean sus movimientos: el peligro es que un derrumbe sobre el fiordo provoque un tsunami que haga desaparecer a todo el pueblo.
Uno de esos geólogos es Kristian Eikjord (Kristoffer Joner), el héroe, que está -previsiblemente- en su último día de trabajo. Su mujer Idun (Ane Dahl Torp) trabaja en el hotel del pueblo y tienen dos hijos: el adolescente algo problemático Sondre (Jonas Hoff Oftebro) y la nena Julia (Edith Haagenrud-Sande). Kristian aceptó un trabajo en la ciudad, pero está obsesionado con esa montaña a la que observó durante años en su aparente quietud, en su imperceptible movimiento.
Una discusión familiar de último momento lleva a que la familia se separe esa última noche: Sondre va con su madre al hotel, y Julia va con su padre a dormir a la casa vacía. Esa noche, por supuesto, se desata el desastre y Kristian deberá ejercer su papel heroico para reunir a su familia sana y salva.
El dominio de Uthaug para las escenas de catástrofe está a la vista, sobre todo a la hora de imaginar los planos: la ola invencible apareciendo por detrás de una montaña, el hotel siendo devorado por una masa de agua. Pero hay que señalar como uno de los logros mayores la presencia de Kristoffer Joner (lo vimos en un pequeño papel en El renacido), un tipo que sin demasiado esfuerzo tiene el porte del héroe común, como si fuera un Kevin Costner noruego.
Después está todo lo que tiene que estar: las decisiones equivocadas que llevan a determinado grupo a la muerte, el heroísmo de la gente común, las puertas que se abren a callejones sin salida, los chicos en peligro y unos últimos diez minutos en los que Uthaug extiende la agonía -o demora la salvación, no vamos a espoilear- con un sadismo hermoso.
Resulta natural que luego de La última ola, Uthaug haya sido convocado por Hollywood. Dirigirá a la sueca Alicia Vikander en el reboot de Tomb Raider. Recordando lo flojo de las dos películas de Angelina Jolie, esperamos con ansias esta solución escandinava a los problemas hollywoodenses.
Aclaración final: la película es noruega, hablada en noruego, pero la distribuidora Impacto Cine tomó la curiosa decisión de estrenarla doblada al inglés. Según ellos, lo hicieron “guiados por los agentes de venta internacional”, porque entienden que así evitan “cierto prejuicio respecto al origen”. Supongo que las razones económicas habrán sido cuidadosamente analizadas y sé también que los que detestamos el doblaje somos minoría, pero es inevitable lamentar que una película como esta, que se consigue para bajar pero que es mejor ver en cine, no se pueda ver en su forma original.