LA OLA ESTA DE FIESTA EN NORUEGA
Con antecedentes como Lo imposible o la floja clinteastwoodiana Más allá de la vida, entre otros, no parecían existir demasiadas chances de la aparición de nuevas películas que narren historias sobre tsunamis devastadores que arrasen ciudades. Y menos que la historia se apoye en la separación familiar, más allá de cualquier conflicto doméstico, que provocan estos fenómenos cuando al retirarse sólo dejan devastación, confusión y muerte.
El en caso de La última ola, película noruega con un presupuesto muy lejano al hollywoodense, todos los engranajes funcionan al no pretender hacer del fenómeno un atractivo especial de efectos especiales que ya estamos cansados de ver. De hecho la historia fluye de manera tan sólida y tranquila en ese pueblo montañoso, que el interés pasa por la relación entre los personajes más allá de lo que les espera o de lo que podemos intuir que les sucederá.
La historia comienza cuando Kristian Eikjord, geólogo empleado de la oficina que controla los movimientos que pueda tener la montaña Åkneset, al filo del fiordo Geiranger, se despide de sus compañeros afectuosamente y prepara su mudanza para irse junto a su familia a probar suerte en otra ciudad tentado por otra oferta laboral. El pueblo tiene muy pocos habitantes pero una gran afluencia turística que pasa por las manos de Idun, esposa de Kristian y manager del principal hotel del lugar. Luego de ir a trabajar por última vez, el hombre detecta algunas irregularidades que lo llevan a pensar que puede suceder algo terrible con la montaña. Como es de esperarse nadie le cree y su estado cuasi paranoico lo lleva a descuidar a sus hijos para colectar más pruebas mientras su madre cumple su última jornada laboral. Cuando finalmente se desata el caos, ya es demasiado tarde para todos.
Si en algo se diferencia La última ola de cualquier otra del género es en el desarrollo de sus personajes, el delineamiento de sus personalidades para nada complejas pero muy empáticas y que logra que realmente el espectador sufra con lo que les suceda, aunque sus rostros no nos sean tan familiares como ocurre en el resto de las mainstream del género, ni existan chistes de ese humor tan americano e inoportuno para descomprimir aún en las situaciones más escabrosas. Sin embargo es curioso cómo no puede evitar compararse el descrédito que sufre el personaje de Kristian con el que padeciera también el interpretado por Pierce Brosnan en Dante’s Peak, la furia de la montaña y su enfrentamiento con las autoridades de un pueblo al borde de un volcán al que él creía de inminente erupción. O bien pensar en Ewan McGregor con su niña en brazos buscando desesperadamente al resto de su familia tras otro tsunami en Lo imposible, fotograma que se copia con fidelidad absoluta en el poster promocional de esta realización que nos ocupa sin que sea nada casual. Son antecedentes que también pueden tomarse como guiños porque hay que reconocer que homenajes aparte, La última ola es superior a ambas y pudiese haber existido prescindiendo de cualquier antecedente similar.
Por otra parte, la fotografía y efectos especiales resultan tan sobresalientes que se convierten en un valor agregado a la Noruega, país que nos acostumbrara tiempo atrás al minimalismo del danés Lars Von Trier y ahora se anima a proponernos otras cosas que, a diferencia del dogma, no se oponen a lo propuesto por la industria sino que lo toman y revalorizan. Porque esa ola omnipotente que crece, avanza y se impone como personaje marca el punto de inflexión que no propone que la historia comience recién allí, como pasa en los títulos que cité anteriormente, sino que logra que todo evolucione y se transforme en otra película en la que los cambios en la escena son tan radicales que el juego consiste en observar qué ha pasado con los personajes y cómo las prioridades en sus vidas pasarán a ser otras mucho más ligadas a la supervivencia.
El director Roar Uthaug, que años atrás regaló el inquietante thriller vikingo Escape (Flukt, 2012) acaba de ser fichado y está en plena preproducción de una nueva entrega-reboot de Tomb Rider con Alicia Vikander. Nada hace pensar que pueda revolucionar la forma de hacer cine con otra mirada que diste de la acostumbrada en la industria, pero es de esperar que aporte cierta frescura, una “nueva ola” que sin tener la fuerza del tsunami que describe en esta, presumiblemente arrase también en taquilla.