Tsunami en los fiordos noruegos
Tiene todos los condimentos de un thriller catástrofe, con belleza, ritmo, intriga, tensión y efectos.
Espectacular desde la factura técnica y prolijo desde lo narrativo, La última ola, el filme de Roar Uthaug tiene todos los condimentos de un thriller catástrofe al mejor estilo Hollywood. Esa característica la vuelve una película global. Belleza, ritmo, intriga, tensión y efectos de realidad se transforman en una ola imparable, que sin embargo eclipsa las singularidades del cine nórdico, incluso la de los propios personajes de este drama.
Con una larga historia de avalanchas, algunas desastrosas como la ocurrida en 1934, el filme comienza creando ese escenario de incertidumbre, de vigilia permanente en paisajes paradisíacos de laderas inestables. Hay un anclaje documental para esta película, que es local, pero que tiene un paralelo con Lo imposible, aquella increíble historia real del tsunami en Tailandia que ficcionalizó el catalán Juan Antonio Bayona.
Aquí estamos en los fiordos de Geiranger, una paradisíaca villa que entra en temporada de turistas. Kristian, geólogo encargado de controlar los movimientos de la montaña, acaba de conseguir un empleo en una petrolera, y junto a su familia hace las valijas para mudarse a la ciudad. No es sencillo, han pasado su vida mirando esas montañas, un lugar que “tiene alma”. Nos pintan la aldea, y el centro de estudios que despide Kristian. Sabemos lo que él intuye, algo va a pasar aunque sus amigos le digan que somatiza la mudanza, que la montaña está tranquila.
La fórmula es de manual. Un drama de familia, con Kristian, su esposa Idun, su hijo adolescente Sondre y Julia, la más pequeña, todos en tensión. Un paisaje único y una cuenta regresiva latente: los diez minutos que hay entre la avalancha en la montaña y el tsunami arrasando al pueblo. Y el grupo de geólogos que nos meten en la montaña y nos ofrece una explicación técnica en tiempo real. Todo funciona aún sabiendo lo que va a ocurrir. Incluso a pesar de la gesta heroica que vendrá después, de los cabos sueltos que se atan solos, de todo lo previsible que pueda ser el filme.
¿Qué tiene de nórdica esta ola? El paisaje, los nombres, los rostros, la atmósfera, pero poco y nada en los personajes. Apenas la valentía de las mujeres, una reivindicación mínima para esta monarquía democrática pero igualitaria con historias mitológicas como las valquirias, o esa barrera humana entre el miedo y heroicidad que tan bien trabajan los escandinavo, filtraciones sepultadas bajo un tsunami global que amenaza con taparlo todo.