Hubo una época en la que el cine catástrofe estuvo muy de moda. Pensando en frío, siempre recuerdo ese doblete que significó Volcano y Dante's Peak, en donde la lava se esparcía por todos lados y algunos incautos quedaban en el medio. Esta última tiene bastante en común con la película que nos compete, Bølgen, una catástrofe de origen noruego que nada tiene que envidiarle a producciones americanas.
Los condimentos están todos presentes: geólogo en sus últimos días de trabajo en un pueblito hermoso, en medio de bellas montañas, una familia modelo pero con algunos problemas maritales de por medio, colegas que no atienden a razón cuando los signos de una catástrofe son más que inminentes y, por supuesto, el plato principal: la catástrofe, esta vez en forma de una ola gigante que arrasa con todos y todo. No hay nada novedoso, ni tampoco nada más cercano a la realidad que en algún momento pueda llegar a suceder. El director Roar Uthaug sabe lo que tiene entre manos, y encastra las piezas a la perfección para entregar un producto convincente y entretenido.
El manejo de la tensión es muy interesante, más aún sabiendo del lado de la platea lo que sucede y lo que va a suceder. El terror está a la vuelta de la esquina, pero es imposible sacar los ojos de la pantalla teniendo paisajes tan espectaculares como los presentes, y sabiendo que esa paz y armonía no van a durar mucho tiempo más. Uthaug se toma su tiempo para posicionar todos los elementos en diferentes zonas para maximizar las problemáticas a superar, y cuando ya la situación no se puede estirar más, libera la acción que promete el título. Y esa promesa se cumple con creces, en escenas que capturan la desesperación de salvarse a toda costa a merced de una pared inmensa de agua que fagocita todo a su paso. La ola es muy efectiva, con una calidad digital que deja boquiabierto por la majestuosidad del evento y lo aterradoramente real que resulta. Parte de que se sienta en carne viva lo que sucede es que hubo un gran trabajo de parte de los guionistas John Kåre Raake y Harald Rosenløw-Eeg, para que los personajes se vean y actúen como seres humanos, generando empatía con su angustiante situación.
Pero una vez que pasa el gran evento catastrófico, las secuelas para estirar la acción hasta el final se sienten a medio camino entre lo orgánico de la situación y el capricho de continuar un poco más. No es la culpa del elenco, que resulta muy convincente en todo tipo de situación, sino la mano del guión que los lleva a lugares aún más comunes del género. Kristoffer Joner es un excelente protagonista, creíble en todo momento, al que lo sigue una convincente Ane Dahl Torp como su esposa Idun, de mente fría y pensamiento rápido frente a la crisis, y su hijo adolescente Sondre, encarnado por Jonas Hoff Oftebro, el cual genera con su comportamiento puberto el tercer acto de la película, quizás el más caprichoso pero no menos sofocante del film.
En una época en donde el cine catástrofe se reduce a una ola de tiburones -gracias SyFy por seguir patrocinando estupideces-, es aplaudible que se vuelva a las raíces de lo que significa este subgénero. En ese aspecto, Bølgen sale airosa al ser un espectáculo técnico maravilloso, terrorífico y emocionante al mismo tiempo, cualidades que parecían perdidas entre tanta parodia al género.