La pesadilla de un artista
Entre el thriller fantástico y la comedia negra, la película cuenta una historia basada en un cuento de Samantha Schweblin.
A Benavídez (Guillermo Pfening) nada le sale bien. Es un artista frustrado, que carga con la sombra del prestigio de su padre pintor. Para colmo, discute con su mujer, la única que lo apoyaba, y se va de su casa. Desesperado, se presenta de sopetón en la mansión de su psiquiatra (Jorge Marrale), que lo cobija por esa noche. Pero ese lugar no es lo que parece.
La valija de Benavídez se basa en uno de los primeros cuentos de Samantha Schweblin, y reproduce la realidad enrarecida, siniestra, que caracteriza a gran parte de su literatura. Pero a diferencia de lo que ocurría en el texto, donde de entrada se sabe qué hay en la valija, aquí los guionistas Laura Casabé –también directora- y Lisandro Bera lo mantienen como una incógnita hasta el final, en busca del efecto sorpresa.
Hay una burla al mundillo de las artes visuales, con marchands inescrupulosos –el personaje de Norma Aleandro- que explotan a los artistas, un curioso criterio para determinar qué obra es valiosa, y un público frívolo, más atento a las apariencias que al arte. Pero entre el thriller con ribetes fantásticos y la comedia negra, la película nunca termina de encontrar el tono como para que esa pesadilla en la que se ve envuelto Benavídez funcione con eficacia.