Un inmigrante contra las corporaciones
Una correcta reconstrucción del caso real de un médico de origen nigeriano que se embarcó en una lucha contra la NFL, la liga de fútbol americano (el deporte más popular en los Estados Unidos).
La lucha de un personaje anónimo contra una corporación es uno de los temas favoritos de Hollywood. En su segundo largometraje, el director de Parkland reconstruye el caso real de Bennet Omalu, un patólogo forense de origen nigeriano que investigó y luego denunció las consecuencias cerebrales a raíz de los frecuentes golpes en la cabeza que sufren los jugadores de fútbol americano. Los ejecutivos de la todopoderosa National Footbal League (NFL), claro, contraatacaron con una campaña de difamación contra un inmigrante negro que osó cuestionar a uno de los negocios más lucrativos del mundo.
Este es el eje principal de un film correcto, bienintencionado e intepretado con la prestancia propia de las estrellas por Will Smith, pero que al mismo tiempo extraña la contundencia y la potencia de otros exponentes de este subgénero como, por ejemplo, El informante, de Michael Mann; o Erin Brockovich, una mujer audaz, de Steven Soderbergh.
Omalu, un tipo tímido y obsesivo, realiza la autopsia de un popular ex jugador de los Pittsburgh Steelers (David Morse) y descubre que las penurias físicas y psíquicas del fallecido se deben a los impactos sufridos durante su carrera profesional. Cuando analiza un par de casos similares ya está en condiciones de hacer pública su investigación y el escándalo se desata.
La película expone con una narración clásica y por momentos de manera algo obvia la intimidad del protagonista (que incluye, por supuesto, una subtrama romántica con la actriz Gugu Mbatha-Raw) y la épica que emprende con la ayuda de su jefe (Albert Brooks) y de un culpógeno colega en busca de redención (Alec Baldwin) que trabajaba para el equipo de Pittsburgh y en medio de las presiones de la NFL (Luke Wilson es el malvado de turno) y hasta del FBI.
Políticamente correcta (el inmigrante que se convierte en orgullo de los estadounidenses) y no exenta de valentía (la productora Sony es una de las pocas sin negocios con la NFL), La verdad oculta es un digno film, aunque resulta más valioso por su contenido que por su forma.