Querer ser de USA
La premisa de La verdad oculta es bastante similar a la de la recientemente estrenada En primera plana: es acerca de una investigación (en este caso científica) cuyas conclusiones atentan contra lo establecido en una institución importante (aquí la NFL), muy influyente y con mucho poder de lobby. Tiene un gran problema y es que, de alguna manera, Will Smith logra convertir un interesante prólogo en una nueva versión de la infame En busca de la felicidad, sobre todo por la aparición de una sub-trama de un nacionalismo manipulador y berreta, que hace que la película se desmorone en un mar de tedio y artificialidad.
Vayamos por partes, La verdad oculta (como siempre la mala versión del título argentino dando la nota, aunque hay que decir que el titulo en inglés Concussion no es precisamente atractivo) nos cuenta la historia del doctor nigeriano Bennet Omalu (interpretado correctamente por Smith) quien, haciendo la autopsia de un ídolo del fútbol americano llamado Mike Webster (David Morse), que había muerto en extrañas circunstancias, descubre una relación entre la cantidad de golpes que reciben los jugadores profesionales de ese deporte y su tendencia a desarrollar enfermedades psíquicas graves, lo cual deriva en el descubrimiento de un síndrome llamado encefalopatía traumática crónica (CTE es la sigla en inglés). Este descubrimiento al parecer pone en jaque la esencia del deporte más importante de Estados Unidos, y muy nerviosos a los dueños de este gran producto deportivo, la National Football League.
Una vez desatado este conflicto, que es una variación del tema de la lucha individual de un hombre de convicciones contra la poderosa y malvada corporación (como cuando Homero se enfrenta a la Duff), la trama toma un curso obvio pero también lógico, las consecuencias de la lucha solitaria del doctor Omalu son más bien negativas para su vida y para la vida de quienes lo rodean. Aquí se activa una pequeña trampa que nos tienen preparada el director Peter Landesman y Will Smith. La verdad oculta abandona su dinamismo y el interés que había generado en su primera parte para hablar de otras cosas, más específicamente de Estados Unidos. Smith recicla el optimismo ramplón de En busca de la felicidad y nos habla con todo cariño de la tierra de la libertad y las oportunidades. El conflicto se reduce a Omalu debatiendo en su interior entre el amor ridículo que siente por aquel país, y el estar atentando, desde su actividad, contra uno de sus símbolos deportivos más fuertes como es el fútbol americano.
En el medio, en una discusión con el doctor Julian Bailes (Alec Baldwin), Omalu que era un obsesivo simpático se nos devela un ser egoísta pura voluntad, un hombre fuerte que quiere ser aceptado dentro del sistema doble estándar del cinismo norteamericano dominante. Es uno de los momentos quizás más interesantes del film, ya que luego vendrá todo ese Sueño Americano barato. Si de hecho la trama romántica está mal desarrollada. La esposa de Omalu, Prema Mustiso interpretada por Gugu Mbatha-Raw, está allí tan solo para estar en peligro cuando el guión lo requiera, y decir frases obvias acerca de seguir adelante a pesar de la adversidad y alguna que otra cosa sobre las convicciones.
Paradójicamente, La verdad oculta esconde bajo un velo de ambigüedad una serie de lugares comunes aburridos acerca de lo que significa ser norteamericano. Este es un daño del cual el film nunca se repone.