Cabezas duras.
La verdad oculta es una película cliché con un planteo cliché. Eso no necesariamente significa que sea mala en sí misma, pero ayuda bastante a definir el horizonte de pobreza de conceptos con el que el espectador promedio se cruzará.
Basada en hecho real el film nos remonta a la labor de un patólogo forense nigeriano que descubre la encefalopatía traumática crónica en jugadores de la Liga de Football Americano (NFL), fallecidos por diferentes causas neurológicas e inexplicables.
Bennet Omalu –Will Smith- llegó desde Nigeria a Estados Unidos para continuar sus estudios de medicina, radicarse definitivamente en la tierra de los sueños y vivir el propio American Dream, algo que él mismo define como tocar el cielo con las manos. Sus aportes a la comunidad como patólogo forense son el primer grano de arena que aporta a la causa noble de la medicina y de la ciencia como herramienta para llegar a la verdad y aliviar el dolor de muchas víctimas silenciosas.
Sin embargo, algo ingenuo o tal vez voluntarioso en demasía, se cruza con el cadáver de una estrella del deporte nacional por antonomasia y mucho más en la ciudad de Pittsburgh donde reside, y descubre que a raíz de los golpes que este jugador había recibido durante su carrera la consecuencia no fue otra que el deterioro de su cerebro.
La publicación del gran hallazgo científico pone en jaque el futuro de la NFL y entonces los intereses económicos comienzan a preponderar frente a las consecuencias de los golpes en la cabeza de los jugadores. Desde allí, todo lugar común de alegato tibio contra el sistema y la soledad del héroe anónimo aparecen una y otra vez, revestidos de una pátina melodramática que oculta la profundidad del planteo y por supuesto descarta todo nivel de proximidad a desmenuzar una trama de complicidades y silencios que involucran a muchos estamentos, actores sociales y una sociedad idiotizada e hipócrita como cualquier otra.
Will Smith cumple apenas con un papel digno, no le aporta demasiado a su doctor nigeriano más que el juego con el idioma y cierta introversión que lo pone en el estereotipo del científico con poca vida social, sumado a un elenco de actores secundarios como David Morse, Alec Baldwin y Albert Brooks, entre otros.