El football no es para todos.
Will Smith interpreta nuevamente uno de esos personajes que parecen lo más bueno, más inteligente y más espiritual del mundo. En este caso encarna al doctor Bennet Omalu, un inmigrante nigeriano con un currículum de varias páginas, que trabaja como neuropatólogo forense. En su trabajo diario realizando autopsias se obsesiona con el cadáver de un famoso ex jugador de football americano que sufría demencia y depresión, con apenas cincuenta años de edad. Luego de una profunda investigación descubre un síndrome al que llama encefalopatía traumática crónica, que es provocado por la enorme cantidad de fuertes golpes que los jugadores reciben en su cabeza a lo largo de su carrera.Al publicar su trabajo el doctor no tarda en recibir amenzas de la FNL (National Football League) que niega por completo la veracidad de su investigación.Tratando de salvar vidas y a favor de la ciencia y la salud el correcto doctor termina sin quererlo tocándole el culo a uno de los negocios que más dinero mueven en el país del norte.La primera mitad de la película es realmente entretenida, la investigación y el modo en que trabaja Benet y su equipo es atrapante, los métodos científicos están mostrados de un modo muy claro, casi pedagógico, como para que ningún espectador que no sepa de medicina se quede sin entender de qué se trata.El problema es que, terminada esa etapa, la película se transforma en una cruzada épica donde el doctor se convierte en un héroe atacado por enormes corporaciones de malvados. Smith está lejos de sus mejores interpretaciones, encarnando a un hombre sin matices que solo representa la verdad y la justicia, y que cansa hablando de Dios y del sueño americano.La historia hace eje en el personaje, y no en un negocio que mueve millones al usar jugadores como si fueran descartables e idiotizando gordos sentados en un estadio o frente a la pantalla de un televisor, de quienes se aprovechan vendiéndoles merchandising.Peter Landesman parece haber armado esta historia con enormes aspiraciones a un Oscar y ha caído en todos los lugares comunes para hacerlo: música insufriblemente melodramática, un protagonista heroico, y un luminoso camino hacia la redención.Técnicamente la dirección es correcta, la historia interesante y las actuaciones secundarias de Alec Baldwin, Albert Brooks yDavid Morse logran convertirla en un filme aceptable, a pesar de lo predecible y pretencioso que es su guión.Nuestra calificación: Esta película justifica el 50% del valor de una entrada.