Por nuestra culpa
Película de denuncia basada en una historia real con todos los "condimentos" para la bajada de línea políticamente correcta, La verdad oculta es de esos films que toda crítica debería calificar como "valiente" (de hecho lo es), pero también -al menos según mi opinión- resulta demasiado explícita y obvia. Así, el énfasis puesto en la exposición de los abusos de militares, corporaciones del Primer Mundo y funcionarios de las Naciones Unidas en la devastada Bosnia (y su vinculación directa con la prostitución y la trata de personas) es bastante mayor que el cuidado por la forma en que se muestran la tortura o la corrupción.
Este tipo de películas del género "admitamos nuestra culpa" suele tener una vertiente dentro del documental (como la notable Standard Operating Procedure) y otra en la ficción. En este caso, necesita de una estrella al frente del elenco como para garantizar financiación y estreno internacional. Lo hizo Julia Roberts con la ecologista Erin Brockovich, una mujer audaz o la propia Rachel Weisz en El jardinero fiel (negociados de corporaciones medicinales en Africa).
Aquí, Weisz es Kathryn Bolkovac, una policía de Nebraska con una dura realidad (dos divorcios a cuestas y sin la custodia de su hija) que acepta la propuesta de integrar una fuerza de paz de las Naciones Unidas en la zona de Sarajevo. Allí, pronto descubrirá el odio racial, el machismo y pasará de "monitorear" a involucrarse en la situación, tratando de denunciar las vejaciones, de salvar a chicas esclavizadas y de denunciar a los responsables locales y a quienes los avalan.
El film se sigue con cierto interés, pero aquí todo es mostrado y explicado hasta el hartazgo. La directora y coguionista debutante Larysa Kondracki comete también el pecado de desaprovechar las presencias de muy buenos intérpretes secundarios como los veteranos David Stratharin y Vanessa Redgrave, relegados a figuras cuasi decorativas. Es Rachel Weisz quien monopoliza la película y lo hace con una gran dignidad. Ella se carga la historia sobre su espalda (y vaya que es pesada) y lo suyo resulta encomiable, digno de elogio. Lástima que el resto no está a su altura.