¿Y quién nos cuida de los cuidadores?
Larysa Kondracki prefiere correr el riesgo de caminar al filo del golpe bajo antes que el de la estetización de la violencia.
Hollywood suele tener un gran aprecio por colgar el cartelito de “basado en hechos reales” en el comienzo de sus producciones. Siempre manipula estos hechos reales para que encajen en el molde del entertainment. La mayoría de las veces los espectaculariza y en otras los utiliza para ayudar a crear conciencia o aliviarla.
Una historia de vida fuerte, con el protagonismo de un ser humano común y corriente que consigue derribar sistemas o derrotar poderes en las sombras, es una receta imbatible y una ocasión para sumar sino público al menos premios y reconocimiento y como vehículo para el lucimiento de alguna estrella. La verdad oculta cumple con todos los pasos descriptos.
Una policía de Nebraska se incorpora a los cuerpos de paz de la ONU en Bosnia después de la guerra de los Balcanes, con el único fin de obtener una buena remuneración que le permita recuperar la tenencia de sus hijos, perdida luego del divorcio. Pero eso cambiará a medida que el tiempo pase y ella se inmiscuya en su labor humanitaria porque descubrirá cosas que no pueden salir a la luz. Una red de tráfico y trata de personas involucra a los Cascos Azules, las mafias de Europa del Este, policías de la zona y la misma ONU y somete a las jóvenes del lugar al abuso y la degradación sexual, psicológica y física, cuando no a su asesinato.
Entre el thriller, el suspenso y el melodrama navega la película que se apoya en los lugares comunes y las obviedades para desplegar la narración. Pero donde a pesar de las explicitaciones hay que reconocer que la crudeza de las imágenes (en su puesta en escena y en el uso de una fotografía oscura, nocturnal y de tonos fríos) que la directora Larysa Kondracki elige es devastadora y prefiere correr el riesgo de caminar siempre al filo del golpe bajo antes que en la estetización de la violencia. Lo que balancea al filme con sus secuencias de diálogos políticamente correctos y buenas intenciones.
Un elenco que uno sabe militante de causas sociales en la vida real (Bellucci, Redgrave, Strathairn) acepta papeles secundarios y Rachel Weisz se pone la película al hombro en un rol que le permite conjugar actuación y compromiso.