Por suerte, desde hace unos años se instaló en la sociedad el debate sobre la trata de personas, en especial, la esclavización y prostitución de adolescentes. Al hacerse público un tema tan atroz, nadie puede quedar indiferente. Y es por esto mismo que toda propuesta cinematográfica que nos llega sobre el tema, debe ser analizada.
Larysa Kondracki hace su debut en la pantalla grande adaptando el libro escrito por la propia Kathryn Bolkovac, donde se denuncia los abusos cometidos por miembros diplomáticos, fuerzas especiales de la ONU, policías locales y empresas de seguridad contratadas para reconstruir la Bosnia post guerra. Bolkivac, policía en EE.UU, llega contratada por dicha empresa, y se enfrenta con una realidad donde las mujeres no solo son golpeadas por sus maridos, sino que son traficadas como mercancía para ejercer la prostitución y los deseos del sádico de turno.
El estilo de filmar de Kondraki recuerda al Paul Greengrass más personal, con una cámara en mano estilo guerrilla, que en esta clase de películas enriquece aún más la propuesta, sobre todo para no darle un aire de cine tan clasicista a una historia muy visceral.
Pero sin lugar a dudas, uno de los puntos fuertes del film es su historia, escrita por Eilis Kirwan y la propia Kondracki. Con una estructura simple y apenas usando algún golpe de efecto, nos cuentan el porqué de la decisión de Bolkovac para aceptar el trabajo, pasando por su llegada y conocimiento de los “códigos” del lugar, hasta llegar al final donde los hechos sucedidos en Bosnia tomaron estado público. Quizás a alguien le moleste que tanto al inicio y al final del film se recalque que el film está basado en hechos reales, pero no debería sorprender a nadie ya que es algo tremendamente habitual a la hora de adaptar sucesos reales.
Otro gran punto a favor de la película es la actuación de la bella Rachel Weisz. Pese a tener un aspecto delicado y hasta frágil, la británica vuelve a mostrar que se siente cómoda en roles de mujeres de fuerte carácter moviéndose en mundos no solo de hombres, sino machistas. Algo así ya se vio con su Hipatya en Ágora, estrenada el año pasado.
Algo a destacar también del film es el no centrar el antagonismo en un solo personaje, sino repartirlo, demostrando que la verdadera podredumbre proviene de un sistema corrupto y de una sociedad donde la mujer se encuentra en el último escalafón.
Destacable también es la fotografía, a cargo de Kieran McGuigan, trabajando en función de la historia, logra plasmar la frialdad, tristeza y decadencia de la Europa Oriental post guerra, en este caso una Bosnia hecha pedazos.
En conclusión, La Verdad Oculta es un film crudo, duro y realista, que no busca ser preciosista en su puesta en escena, sino mostrar una realidad que está ahí, pero que lamentablemente muchos están involucrados, o peor aún, haciendo la vista a otro lado.