Rachel Weisz está al frente de un relato sobre un escándalo sexual.
Para arrancar, digamos que lo que cuenta La verdad oculta no es una ficción que se le ocurrió a un guionista trasnochado.
Aunque parezca increíble.Rachel Weisz encarna a Kathryn Bolkovac, una agente de policía de Nebraska que denunció la trata de blanca que tenía lugar en Bosnia y en la que participaron figuritas y figurones de las Naciones Unidas.Estará más o menos novelada la historia de vida de Kathryn -que decide ir como “pacificadora” a Bosnia tras la guerra para así poder ahorrar dinero y con ello poder mudarse más cerca de sus hijos, tras su separación-, pero se supone que el resto, no. Y el resto incluye escándalos sexuales que no sólo salpican a agentes de las Naciones Unidas, sino a jerarcas de todo tipo y color.Kathryn habrá arribado a Bosnia por el dinero, pero de a poco, en cuanto se empiece a enterar de cómo jóvenes llegan engañadas al lugar y terminan siendo esclavas de un prostíbulo, alertará a sus superiores. Como Bosnia no sólo es territorio arrasado sino también tierra de nadie, “los de arriba” intentan cajonear su investigación. Y cuando el escándalo sexual salta, la que está a punto de saltar por los aires es Kathryn.La verdad oculta es el típico filme de denuncia, con el que no puede haber espectador que no esté de acuerdo, más si ingresa al cine sabiendo que los vejámenes que va a ver están basados en hechos de la vida real de esas jóvenes engañadas.Kathryn tiene algo de Sérpico, el policía honesto al que todos en su destacamento veían con ojos torcidos porque se atrevía a denunciar lo que estaba mal.Las buenas intenciones -desnudar la corrupción, amén del maltrato de género- de la directora Larysa Kondracki se notan en ésta, su opera prima. Tanto que ha conseguido un elenco de primeras estrellas, ya que a la inglesa ganadora de un Oscar por El jardinero fiel se le suman Vanessa Redgrave, Monica Bellucci, David Strathairn y el danés Nikolaj Lie Kaas ( Hermanos ), entre otros.Algunas escenas shockeantes no hacen más que acrecentar el sentimiento de impunidad con que algunos personajes se manejaron en el conflicto bosnio. Weisz convence como la mujer que, tozuda como pocas, intenta resolver la situación a partir de la confianza de que la verdad debe salir a la luz, cueste lo que cueste.En otras manos (¿Costa-Gavras?) La verdad oculta sería un filme de aliento político. Aquí prima el sentimiento.