Esta ópera prima del realizador Ariel Broitman adapta la novela “La maestra de canto”, de Silvia Arazi, en un film que pareciera haberse concebido a la medida justa de la cantante y actriz argentina Elena Roger, tras su exitoso paso por Broadway con el musical "Evita", de Andrew Lloyd Webber, junto a Ricky Martin.
La película aborda la relación de Ana (Roger), aspirante a cantante de ópera y Federico (Sergio Surraco), músico y pintor frustrado con deseos de consagrarse y trascender, cuyas vidas se verán alteradas con la llegada de Úrsula (Esmeralda Mitre), una joven bella, dueña de una voz extraordinaria y enigmática personalidad. Un triángulo donde surgirán juegos de seducción, misterio, celos y admiración.
Broitman recurre a un cuaderno de pinturas y notas de oscuras reflexiones junto a la voz en off como elementos primordiales para narrar esta historia que va y viene en el tiempo e intenta alejarse de la narrativa clásica, para darle preponderancia a la creación de climas y explorar el drama interno de sus personajes, cobrando vital importancia la música.
Pero la intención de abordar temáticamente al arte en muchos aspectos, con una narrativa arriesgada para relatarlo, hacen que la historia pierda fuerza e incluso se vuelva confusa e inverosímil en varios de sus pasajes.
Lo más logrado del film radica entonces en ciertas escenas y planos, muy bien logradas desde la puesta y fotografía pero fundamentalmente por el valor añadido que le da la excelente banda sonora (compuesta por Pablo Sala) que se transforma en el principal recurso narrativo que potencia y enriquece el relato.
Ya sea como contrapunto didáctico o expresando directamente su participación en la emoción de la escena, es a través de la música y los sonidos que ciertos fragmentos cobran significación.
Elena Roger vuelve a demostrar sus dotes actorales, acompañada de un Sergio Surracco que no logra transmitir sus emociones y una Esmeralda Mitre impávida con la que cuesta identificarse.
La participación de Juan José Camero, en un papel para el olvido, y la siempre correcta y entrañable Adriana Aizemberg, completan el reparto de un film que por momentos cautiva visual y musicalmente, pero cuya historia y personajes no logran identificarse con el espectador ni dar lugar a la reflexión.