Al son de la música clásica
No todas las óperas primas se dan el lujo de contar con un talento de exportación entre sus filas. No obstante a su condición de debutante en la pantalla grande, el director Ariel Broitman se aseguró el sí de Elena Roger para la encarnación de Ana, el personaje protagónico de la cinta basada en el libro La Maestra de canto, de Silvia Arazi. Sin esa acertada decisión de casting, La vida anterior tal vez hubiese sido sólo una película con ambiente operístico de fondo, pero con la sutileza de acción y el virtuosismo vocal de la actriz principal se convierte en un filme íntegramente marcado por la presencia de la música clásica.
Esmeralda Mitre y Sergio Surraco son los otros dos vértices de un dramático triángulo amoroso. Ana y Federico llevan varios años de casados. Ella es una estudiante de canto lírico con alguna que otra incursión en los escenarios, él es una especie de artista maldito, marcado por el fracaso. Los maestros y guías de cada uno vienen a completar el reparto: Adriana Aizemberg y Juan José Camero son los otros dos pilares de una historia con elenco reducido pero efectivo. En casa de su profesora de canto, Ana conoce a Úrsula (Mitre) y queda fascinada por su talento vocálico. De a poco la misteriosa soprano hará tambalear las bases de un matrimonio aparentemente consolidado.
Con juegos interesantes en cuanto a la temporalidad, la película inicia anticipando el final: Federico ha muerto, Úrsula ya no está. Las poesías del fallecido artista funcionan como una voz en off que atraviesa el relato, a veces terminando de explicarlo; otras, presagiando lo que vendrá. Este recurso sonoro es otro de los tintes de una estructuración fílmica musical particular: con poco espacio para los silencios, música de fondo casi constante, y episodios que rescatan las joyas de Shubert y Dupart.
La sonoridad se convierte en pauta para la dirección de arte. La película está situada en la Buenos Aires contemporánea, pero la escenografía, la elección de las locaciones, y algunos signos de vestuario sugieren un anclaje más añejo, pictórico y casi atemporal. En esa atmósfera singular, la traición se instala sin generar el típico estruendo dramático de las relaciones quebradas. Sutil y dosificada, la película se cuida de mostrar reacciones desmesuradas, dejando las secuencias aparentemente más importantes (el engaño, la atracción mutua entre Úrsula y Ana, y la muerte de Federico) apenas insinuadas.
Los diálogos plagados de adornos poéticos terminan de alejar a La vida anterior del realismo convencional, situándola más cerca de un drama experimental sin ápices de emocionalidad. Si el "pasado es un prólogo" signado por la aceptación del engaño, el epílogo de la historia muestra a una Ana mejor plantada en el escenario, más cercana a la Roger que habita en todos los escenarios.