Comencemos por el final. Andaba el personal acreditado de este 61ª Zinemaldia pelin mosqueado ya hoy con la distribuidora de La Vie D’Adèle, Palma de Oro de Cannes y ganadora del Gran Premio Fipresci de la crítica internacional, que había tomado la cuestionable decisión de limitar a un único pase – y no de prensa – la posibilidad de ver una de las películas más importantes del año. A las 23:30. Como quiera que la peli de Kechiche dura tres horitas de nada eso obligaba tanto a buscarse la vida para conseguir una entrada como a prepararse para dormir más bien poco. Sin embargo, los que tomamos la decisión de aceptar el órdago y trasnochar nos vimos recompensados con una obra descomunal que sin duda estará entre las propuestas más fascinantes que podremos ver este año. Se harán a si mismos un favor si ese lógico recelo que puedan tener a priori por los casi unánimes elogios que llegaron de Cannes el pasado mayo lo dejan bien aparcadito y se disponen a disfrutar de la brutalmente honesta historia de amor que nos han regalado Kechiche, Léa Seydoux y ese animal cinematográfico de nuevo cuño que responde al nombre de Adèle Exarchopoulos, capaz de devorar la pantalla a bocados...