Un poco (bastante) de amor francés.
Pocas veces el cine post-moderno se ha tomado el trabajo de contar una historia de (des)amor en cuerpo y alma con tal intensidad y realismo como es el caso de “La vida de Adèle”. Esta película del realizador francés Abdellatif Kechiche llega a las salas de nuestro país habiendo sido internacionalmente alabada e incluso galardonada con la Palm D’Or en el Festival de Cine de Cannes. Ahora si bien se sabe que un premio no es garantía de calidad, en este caso “Adèle” se merece este y todos los premios que le quieran otorgar.
Basada en la novela gráfica de Julie Maroh titulada “Blue is the warmest color” (que se podría traducir como “el azul es el color más cálido”), el film cuenta dos capítulos de la vida de Adèle (Adèle Exarchopoulos), los cuales son claramente reconocibles (aunque no estén explícitamente delimitados) y hasta se podrían comparar en términos poéticos bajo el velo de William Blake y sus dos grandes polos: el de la inocencia y el de la experiencia.
En la 1er parte del film, conocemos a una joven Adèle de 17 años, la cual se mueve por el mundo muy espásticamente cual adolescente, come de manera desmesurada y sueña despierta con sus libros y clases literatas. Es en este punto de su vida cuando ante la insistencia de su grupo de pares de secundaria (mayormente mujeres), Adèle comienza a explorar su sexualidad y su curiosidad por lo desconocido. Luego de una fugaz relación con Thomas, nuestra joven heroína conoce a Emma (Léa Seydoux), una joven veinteañera estudiante de arte, con un pelo azulado y ojos a tono quien cambiará su vida para siempre.
En la 2da parte del film, el director explora la transformación de Adèle, de niña inexperimentada a joven amante. Con escenas de sexo más que explícitas, discusiones sobre arte y alguna que otra escena familiar, Kechiche retrata la relación de Adèle y de Emma de manera exquisita y presenta un relato crudo y realista de cómo el amor totalitario por parte de alguna de los involucrados puede llegar a doler tanto como la indiferencia.
En sus casi 3 horas de metraje, la película no resulta ni empalagosa, ni escandalosa como se podría llegar a pensar y lo interesante es que Kechiche no nutre su historia pura y exclusivamente de la relación de estas dos mujeres, sino que la tiñe de otros intensos temas como la búsqueda del ser, la presión social, el bullying e incluso la homofobia.
Las dos actrices principales son quienes se llevan, literal y figuradamente, todas las palmas ya que, es la 1er vez en la historia del Festival de Cannes que la Palm D’Or es otorgada tanto al director como a las protagonistas de la cinta. Adèle Exarchopoulos verdaderamente brilla en cada plano y cada secuencia del film y el trabajo de Léa Seydoux es tan desgarrador como real.
“La Vida de Adèle” es una de esas historias que, en menor o mayor medida, tocan profundo y que, sin lugar a dudas, entra en el podio de las grandes historias de amor que el cine nos supo entregar.