El cuarto largometraje de Ezequiel Acuña, con un tono melancólico de un músico que vivió la separación de su banda y que sueña y duda con reflotarla, con idas y venidas, un compañero del que nada se sabe, un nuevo amor. Tiene frescura, espesor dramático pero por momentos se torna confusa, con repeticiones de argumentos e improvisaciones.