La vida en banda
La vida de una banda o la vida en banda. De eso se trata este nuevo film de Ezequiel Acuña inspirado en (y con la música de) el grupo uruguayo La Foca. La sensación es agridulce: por un lado, se trata de un film muy disfrutable (sobre todo si al espectador le gustan este tipo de canciones), pero al mismo tiempo deja una sensación de déjà vu, de cierre de ciclo, de etapa cumplida. Es que si en Excursiones se perfilaba un cambio, un inicio de fuga dentro del cine de Acuña, La vida de alguien parece un regreso a las fuentes, un refugiarse en terreno conocido, más (o menos) de lo mismo.
Que Acuña haya rodado la película en el ya casi extinto 35 milímetros es un detalle técnico que aporta a la veta melancólica de La vida de alguien. Eternos adolescentes, nostálgicos precoces, los personajes de Acuña son, en cierto sentido, jóvenes viejos, treintañeros acuciados por los recuerdos, los fantasmas del pasado.
En este caso, el “conflicto” pasa por la posibilidad que se le abre al protagonista (Santiago Pedrero) de editar un viejo material inédito de su vieja banda. Esa alternativa lo obliga a contactarse con los ex integrantes (y amigos de la adolescencia), salvo con uno. Las dudas, las tentaciones, las ganas de volver a tocar juntos, la aparición de una joven cantante (Ailín Salas) que también se convierte en objeto del deseo y las habituales miserias del negocio del rock van surgiendo en esta suerte de Melody a la que Acuña riega con generosos segmentos musicales.
Un viaje a las entrañas de una banda de música que los iniciados (en el tema y en el cine del director) seguramente celebrarán.