Jóvenes que buscan editar un postergado disco mientras extrañan a un amigo y atraviesan situaciones nunca demasiado graves son los personajes de esta melancólica obra hecha de gestos y miradas, de música y recuerdos. Casi un limbo en el que no intervienen adultos, sin salirse de un medio tono que se agradece y se disfruta, tanto como la actuación del expresivo Santiago Pedrero y la presencia luminosa de Ailín Salas.