Sencilla y disfrutable película de rock
Guille (Santiago Pedrero) tiene una percepción de si mismo que lo hace sentir que no cambió, que sigue con ese espíritu adolescente que campeaba en sus canciones hace varios años y que ahora debe revisitar, a partir de que una compañía quiere editar un disco que grabó con su banda y que quedó ahí, olvidado en el tiempo. La música está ahí y solo queda comprobar si es verdad que sigue siendo aquel que compuso, disfrutó, sufrió y compartió momentos más o menos memorables y rutinas de la juventud con su amigo Nico (Ignacio Rogers), que desapareció tragado por el futuro.
Rodada en 35 mm, con el glorioso empecinamiento de aferrarse a un formato en desuso en plena era digital, Ezequiel Acuña también está dispuesto a volver sobre los temas que ocuparon el resto de su obra, un puñado de películas –durante este mes el Malba exhibe Excursiones, Como un avión estrellado y Nadar solo- ubicadas en la adolescencia y centradas en jóvenes que viven con dolor ese período de la vida y a la vez, son concientes que probablemente sea el momento más luminoso de toda su existencia. La vida de alguien agrega una capa más a los protagonistas de siempre y sí, ahí está Pedrero, pieza ineludible del dispositivo cinematográfico de Acuña, para documentar el presente de esos treintañeros llenos de recuerdos, de sensación de pérdida y una nostalgia inexpugnable. Todo esto en medio de las decisiones del mundo adulto, frente a la comprobación de la madurez de los adolescentes en serio como el personaje de Ailín Salas, pieza del deseo, frágil y determinante para hacer avanzar el relato. Y por qué no, la sensación de que el director está listo para abordar otras historias pero porque quiere, no porque algunos reclamaban algún tipo de era de la madurez.
Entonces la música de los uruguayos La foca va pautando el relato sereno y disfrutable, una sencilla película de rock que incluye las miserias de la industria y la inevitable separación de una banda prometedora. Y también, la probable despedida a algunas adorables obsesiones, pero antes la necesidad de establecer un diálogo con las películas anteriores, en una puesta sensible y a la vez precisa en el cometido de reflotar escenarios de playas desiertas, caminatas, casettes, toda clase de objetos y más que nunca la música y en particular el imaginario de la escena indie. Si se quiere, nostalgia alborozada, la voluntad de retener recuerdos y quién sabe, encarar una etapa con las cuentas en orden.