Ezequiel Acuña es uno de los directores argentinos contemporáneos que mejor comprende el equilibrio entre la expresión personal y la comunicación con el público. Aunque todos sus films son claros y apuntan con mucha precisión a las emociones, esta historia de una banda adolescente que, muchos años después, vuelve a tocar y quizás a acercarse al éxito es quizás su película más accesible para el gran público. Lo que Acuña muestra es una gran delicadeza en la pintura de sus personajes, delicadeza que nace de un cariño muy especial por ellos, por la historia que está narrando y por el espectador. Santiago Pedrero y Matías Castelli (dos actores centrales en el cine del director) logran transmitir desde lo dramático o desde lo cómico -después de todo, esta es una comedia romántica- una enorme empatía. Y Ailín Salas, que en esta película logra su mejor actuación cinematográfica: precisa en el decir y cálida cuando se muestra. De lo mejor que presenta el cine argentino en esta temporada.