Banda sonora de la ausencia
La vida de alguien -2014- es el cuarto opus de Ezequiel Acuña, también el nombre de un disco y de una canción de una banda uruguaya, La Foca, que quizás se conecte -o no- con el propio derrotero de esta banda liderada por Guille -Santiago Pedrero-, protagonista indiscutido del film.
Al comenzar, una serie de imágenes inconexas introduce al espectador a un terreno donde lo onírico choca en apariencia con flashbacks, que repercuten en la mente de Guille en el transcurso de un viaje en micro. Rápidamente, la idea de reencuentro para terminar de concretar la grabación de un disco con canciones viejas, que por distintos motivos se vio interrumpida años atrás y marcó el alejamiento definitivo del bajista, Nico -Ignacio Rogers-, reaviva la llama para volver a formar una banda con Pablo -Matías Castelli-, antiguo vocalista, el bajista y gente nueva, entre quienes se encuentra un baterista y la presencia femenina para los teclados y coros, Luciana -Ailín Salas-.
Pero es la ausencia nuevamente el fantasma que atraviesa el universo de La vida de alguien, y como complemento la melancolía con su carga extra de atemporalidad donde parece que las cosas no se pierden como aquellos discos que siempre suenan perfectos. Algo de banda sonora generacional transmite el cuarto film del director de Nadar solo -2003-, quien vuelve además a las playas de la costa atlántica para que el mar se lleve las historias junto al viento y al paso del tiempo.
Santiago Pedrero entrega a un Guillermo maduro y para quien el hoy representa una encrucijada, mientras que el pasado es ese refugio al que regresa desde las canciones, sin embargo, la melodía no suena como antes, la banda tampoco, más allá de una subtrama que apela a los lugares comunes de todo proceso cuando entran en juego los managers, las presentaciones y las rencillas propias de los egos a la hora de encontrar nuevamente esa identidad y esencia, que cambia inexorablemente.
Si Excursiones -2009- estaba filmado en blanco y negro como parte del mecanismo estético empleado por Acuña para encontrar, desde lo poético de la imagen el mejor color para la nostalgia, la tiñe de colores, y quizás eso signifique que después de todo no sea tan malo regresar, al menos desde la intención y el deseo, a otro tiempo en el que las canciones marcaban rumbos antes de hacerse caminos.