Cinco años después de Excursiones, Ezequiel Acuña estrenó en la última edición del Festival de Mar del Plata su cuarto, y como siempre esperado, largometraje: La vida de alguien, seleccionada para la Competencia Internacional de aquél festival. Finalmente, unos meses más tarde, el público porteño puede verla en Buenos Aires, en la sección Panorama del BAFICI, el festival que lo consagró como uno de los directores más respetados de la actualidad (Nadar solo con una mención especial del jurado y Como un avión estrellado ganadora de la Competencia Argentina del 2005). En su nueva película, Acuña narra la biografía imaginaria de una banda de rock, la de los uruguayos La Foca (que ya sonaron en Excursiones y para los que les dirigió videos), siendo el guitarrista Guille el protagonista, encarnado por Santiago Pedrero. Además del relato de la banda, también está la historia secundaria entre Guille y Luciana (interpretada por Ailín Salas, que cada vez que aparece roba suspiros), “la chica” que viene a desestabilizar todo, en la banda y en Guille.
Cassettes, managers, periodistas musicales nefastos, un integrante de la banda desaparecido, Mar del Plata, Jaime Sin Tierra, una breve aparición de Nicolás Mateo e historias de amor y amistad con un final en la playa hacen que también funcione como un resumen de todas sus películas, aunque no haya dudas de que La Vida de Alguien es la más fuerte de todas, con las mejores actuaciones y la que viene a reemplazar a Nadar solo en términos de “la que hay que ver para entrar en el cine de Acuña.”
Con cuatro largometrajes, Acuña confirma tener un sello propio e inconfundible, desde el factor musical siempre presente hasta la particularidad de seguir filmando en 35mm, como si necesitáramos una excusa más para ir a ver sus películas al cine.