Esta es una esas películas que intentan imponer con premura un estilo de los denominados realistas: sabemos de entrada que la iluminación será naturalista, que la cámara estará más cerca que lejos de los personajes, y que no habrá música extradiegética (es decir, que no provenga de fuentes del relato). Esas decisiones de puesta en escena intentan sostener la historia de Anna, mujer sola con un hijo autista que sueña con irse a probar suerte a los Estados Unidos. Anna está asediada por decisiones equivocadas y, sobre todo, por una mala suerte en el borde de lo desopilante. Al final ya nada tiene la menor cohesión y se hace patente el programa cruel de este relato feo, fútil y falso.