Todo en la cabeza
Drama intimista que vira a lo fantástico con toques de cine policial, La vida después (2015) es una rareza en dentro de las convenciones que maneja el cine argentino.
Juan (Carlos Belloso) y Juana (María Onetto), un matrimonio de más de 20 años de convivencia que en las apariencias se lleva perfectamente, deciden separarse. El pedido lo hace ella que se quedará en la vivienda que compartían, pero que le comprará una casa a su ex con la plata que recibió de una herencia. Los motivos de la separación nunca se conocen, pero lo cierto es que ellos siguen llevándose de maravillas y hasta salen a festejar aniversarios con regalos incluidos. Pese a la aparente normalidad con que se tomaron las cosas, cada uno tendrá sus razones para sospechar de una "supuesta" doble vida del otro
La segunda película del binomio conformado por Pablo Bardauil y Franco Verdoia (Chile 672, 2006) se divide en dos actos donde al igual que en Matrimonio (Carlos M. Jaureguialzo, 2013) cada uno de los protagonistas tendrá un punto de vista diferente sobre el otro. La diferencia radica que, mientras en la primera era en la etapa preliminar, en La vida después será a partir de la separación.
En el primer acto Juan, a raíz de una charla con Juana, comenzará a sospechar que ella tiene una relación con un ex compañero de teatro (Rafael Ferro). Ahí el relato gira a lo fantástico cuando éste comienza a imaginarse situaciones que solo pasan por su cabeza. En el segundo acto, ante un confuso hecho policial en el que se ve involucrado Juan, la historia se revierte y la fantasía pasará por Juana y las sospechas sobre su una presunta relación gay con el personaje de Esteban Meloni.
Lo cierto es que en La vida después nunca sabremos que es realidad y que fantasía, tampoco si la separación existió o es un mecanismo de defensa para asimilar la muerte del otro. El tiempo y el espacio se cruzan permanentemente y eso lo convierte en un relato ambiguo. Recurso que lo vuelve interesante y con la posibilidad de muchas lecturas. Como siempre el cuarteto de actores protagónicos hace todo mucho más creíble y desde lo técnico se luce una fotografía pálida que provoca cierto onirismo y sensación de irrealidad.
Más allá de cierta pretenciosidad narrativa y alguna que otra vuelta de tuerca algo forzada, La vida después se la juega apelando a dispositivos ausentes en el cine nacional. Y el resultado está más que logrado.