“La vida dormida” de Natalia Labaké. Crítica.
Mujeres marcadas por la tensión del poder político en el ceno familiar.
La opera prima de Natalia Labaké narra mediante grabaciones caseras, momentos de su vida, como así también, la de sus padres y abuelos. Una radiografía intima de una familia ligada a la política, más precisamente al peronismo, en donde los hombres discuten ideas y las mujeres de la familia acompañan.
Corren los años `90 y el boom de las cámaras filmadoras para uso domestico está en auge. La abuela de Natalia filma todo lo que pasa a su alrededor, su cámara es su “chiche nuevo”. De esta manera registra y acompaña el ascenso en la carrera política de su marido, Juan Gabriel Labaké. Quien respaldó la campaña del ex presidente Carlos Saúl Menem y ofició de abogado de Isabel Perón y Zulema Yoma.
Imágenes fílmicas de un lejano pasado se alternan con grabaciones más recientes, que la realizadora ensambla con un montaje hábil, sin necesidad de puntualizar a qué momento pertenecen. Con solo notar la calidad en la imagen, el espectador concibe y viaja en el tiempo, del pasado al presente y viceversa durante todo el film.
Un documental que centra el relato, en el progreso de Juan Labaké, la figura política de la familia, para sin embargo recaer y destacar el desempeño de las mujeres que lo rodean: tres generaciones en el rol de escoltas y testigos silenciosas de los hechos, en un mundo y en una época donde el poder parece ser solo de hombres.
Por lo tanto, una película cargada de recuerdos, que se transforman en un espejo del presente, ese reflejo invertido, que cuestiona el rol de las mujeres y los hombres, en las sociedades patriarcales. Para considerar después de muchos años y en una coyuntura actual, el aumento del cupo femenino en cargos políticos.