Nada resulta más difícil para el discurso civilizatorio que anida en las leyes, en la retórica de la historiografía y en las intermitentes discusiones sobre los orígenes de una nación que la posición de quienes habitaban antes de la institución del Estado argentino. En las formas descriptivas para referirse a los indios reverbera inintencionadamente el reconocimiento de una violencia explícita y asimismo una incomodidad política en la materia. Se podrá decir pueblos originarios, indígenas o indios, según la época y la episteme empleada para pensar la historia y sus protagonistas, pero, sin duda, aquellos grupos diseminados por el territorio nacional en el pasado fueron denigrados y asesinados en masa, un lastre de la presunta epopeya civilizatoria que conlleva cálculo, menosprecio y crueldad.