La tristeza no tiene fin
Secuela de “Felicidad”, de Todd Solondz, retoma a los personajes 12 años después.
Las películas de Todd Solondz producen una sensación extraña en el espectador. Por su estilo, su puesta en escena y por la forma en la que sus diálogos van y vienen del miserabilismo a la crueldad, de la victimización a la agresión más artera, es fácil tomarlas como comedias. Vistas con un público que se empieza a reír de las penosas circunstancias que muchos de los personajes deben pasar –congratulándose por no ser tan patéticos como ellos-, la sensación que transmiten es de incomodidad, a veces hasta de fastidio con lo que se ve en la pantalla.
Pero algunos de sus filmes, y en especial La vida en tiempos difíciles , requiere un esfuerzo especial: no tomarla como comedia, no suponer que un diálogo bizarro sobre sexo entre una madre y su hijo tiene que ser gracioso, no dar por sentado que el sufrimiento de una chica por las malas parejas que elige (y que resulta en citas desastrosas) está puesto para ser tomado con sorna. Vista así, La vida...
es un drama bastante triste, amargo y denso. Una película sobre padres e hijos, sobre culpa y redención, y sobre si olvidar y perdonar es posible o, simplemente, una paradoja irresoluble.
La vida...es una secuela rara de Felicidad , la más conocida de sus películas, de 1998. Retoma la historia de las tres hermanas doce años después, con la particularidad de que tanto ellas como el resto de los personajes están interpretados por distintos actores que en aquel filme. Aquí está la menor, Joy (Shirley Henderson en lugar de Jane Adams), que viene de una pésima relación tras otra y se siente perseguida por el fantasma de un ex (Paul Reubens) y sonríe pese a que nada parece salirle bien.
Trish (Alison Janney en lugar de Cynthia Stevenson) tiene una situación igual de complicada. Su hijo Timmy está por hacer su bar-mitzvá y se acaba de enterar que su padre, el pedófilo del primer filme, no está muerto como su madre le dijo. Es más, acaba de salir de la cárcel.
A la vez Trish está enamorada de un viudo (Michael Lerner) que tiene sus propios inconvenientes y un hijo depresivo. Pero el pequeño Timmy es el verdadero corazón del filme: confundido con lo que experimenta en relación a su padre y con las enseñanzas de la preparación de la ceremonia judía (en la que se transformará en un hombre al cumplir 13 años), se hace las preguntas que el filme lanza al espectador: ¿se puede olvidar?, ¿se puede perdonar?, ¿puedo querer a mi padre por más que haya hecho algo imperdonable?, ¿es lo mismo un terrorista que un pedófilo? Preguntas densas, situaciones igualmente agobiantes, escenas de diálogos en las que Solondz parece saborear esa confusión potencial entre la condescendencia y la empatía, y una aparición rotunda de Charlotte Rampling que sorprenderá a más de uno, La vida en tiempos difíciles es más una reflexión, o un análisis crítico que una secuela de Felicidad . Un poco a la manera de Un hombre serio , de los Coen, Solondz mezcla humor y pathos, haciendo un filme sobre la depresión, la melancolía y la angustia existencial. Si es comedia o no será cuestión de si el espectador prefiere mirar desde la distancia cómoda de su butaca o comprometerse con lo que les pasa a los personajes.