La vida misma, de acuerdo con cómo te agarre y cómo te pegue emocionalmente, no es una película para ver, sino para experimentar.
A mí me pasó eso. Fui viviendo diferentes emociones y situaciones a medida que avanzaba la cinta.
Al minuto diez, no entendía bien qué ocurría. Me desconcentraba la constante ruptura de la cuarta pared, y Samuel L Jackson haciendo de sí mismo.
Al minuto veinte, ya estaba completamente enganchado con la propuesta y el código. Enamorado de los personajes e intrigado.
A los cuarenta minutos estaba devastado por un plot twist inesperado, y fascinado por ese gran recurso de guión no lineal.
A la hora, me convertí en adicto de este film y de todo su universo maravilloso.
Y la segunda mitad la disfruté a más no poder, secando lágrimas y con varias sonrisas.
Dan Fogelman, creador de la genial serie This is us, escribe y dirige, con un claro norte de hacer emocionar y reflexionar sobre la familia y el amor, tal como lo hace semana a semana con el citado show de televisión.
Y aunque en el póster y trailer se marcan dos claros protagonistas, la realidad es que es un film más bien coral. Cada uno de los personajes tiene su centro y peso.
El gran Oscar Isaac, vuelve a demostrar una vez más que no importa lo que haga, será excelente.
Aquí como el tipo más enamorado, hasta el más loco y sufrido.
Una Olivia Wilde que sorprende, mostrando su lado más humano.
Mandy Patinkin, el mismísimo Inigo Montoya de The princess bride (1987), y tantos otros papeles, compone mi personaje favorito en esta oportunidad. Como padre y como abuelo.
Antonio Banderas muestra matices que hace rato no le veía, en un rol que causará divisiones en la audiencia.
El resto del elenco está a la altura y cada uno brilla en lo suyo.
En cuento a la puesta, me gustaron mucho varias de las transiciones de escena a escena, pero la verdad que no es original, Coppola la hacía cuarenta años atrás.
La película es correcta desde lo técnico en cuanto a la fotografía, y tiene una muy buena banda sonora con el tema Make you feel my love de Bob Dylan como protagonista e hilo conductor.
Asimismo, no escapa al cliché ni a que el espectador se adelante a ciertas situaciones un tanto previsibles. Pero no importa porque ya estamos muy inmersos en todo.
Sin dudas es una película que volveré a ver, y será el tiempo el que dirá si se mantiene de la misma manera o si incluso se le encuentra más capas en visionados posteriores.
Pero también puede ser que desencante…
Para concluir, y parafraseando un poco, la vida misma es la que narra, la película es un ejercicio sobre narradores y el destino. Y nosotros (los espectadores) los protagonistas de esta gran experiencia.