Si la saga Toy Story, de Pixar, se ocupa de lo que hacen los juguetes cuando los humanos no los ven, Mascotas, de los estudios Illumination (Minions, Mi villano favorito), imagina lo del título: la vida secreta de las mascotas. Esta vez, a partir de lo que parece una debacle para los protagonistas, los perros Max y Duke, que es la llegada de un bebé a la casa. Pero a medida que el pequeño Liam crece, aumenta también el amor, y el cuidado del niño es prioridad de los dos animales, especialmente de Max. Con humor y ternura, los realizadores de esta secuela sacan provecho de ese material difícil para el cine de acción real pero soñado para el animado: niños y perros.
Claro que serán otros animales los que ocupen el centro del escenario, de eso se trata. Vecinos del edificio, que incluyen el departamento de una abuela que convive con decenas de gatos. Un conejo que se toma en serio del disfraz de superhéroe que le pone su dueña niña. Las aventuras son dos, casi paralelas: lo que sucede cuando la familia se va a una granja a pasar unos días, y los perros urbanos descubren el temible y excitante mundo del campo. Allí reina un perro de pocas pulgas, Rooster, con la voz de Harrison Ford. Por otro lado, un pobre tigre encadenado al que un malvado dueño de un circo quiere transformar, a latigazos, en terrorífica bestia salvaje. En su liberación confluyen varios personajes y el largo tramo de acción final. Mascotas 2 es simpática y por momentos, muy divertida. Y aunque el disparate argumental se perciba, por momentos, demasiado desflecado, opción firme para convocar en vacaciones de invierno.